Las tres enseñanzas que nos deja el Evangelio de este domingo y que pueden cambiar nuestra vida cristiana
El periodista y sacerdote Josetxo Vera nos da las claves en 'Chateando con Dios' del Evangelio de este domingo, 26 de septiembre de 2021
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Las enseñanzas del Evangelio de este domingo las podemos aprender rápido con estos titulares. Lo primero, agradecer el bien que hacen los de fuera. Lo segundo, lamentarnos del mal que hacemos los de dentro. Y lo tercero, con todo aquello que haces mal, tienes que cortar. Las tres ideas nos pueden ayudar para la vida cristiana y las tres nos las encontramos en el Evangelio de este domingo.
El punto de partido es un comentario que hace Juan el Evangelista con el cual el Señor tenía una especial amistad y simpatía. El apóstol tiene un cierto desparpajo, una ingenuidad y ese desafío de acercarse al Señor y decirle que han visto a gente hacer milagros, y no son de los suyos.
Había alguien que estaba haciendo milagros u cosas extraordinarias. Tenemos que aprender que el Espíritu Santo realiza su acción en el mundo de forma sorprendente y según sus criterios. Eso hace que a nosotros nos parezca regular que haya gente que hace milagros y que no seas de los “nuestros”. Sentimos cierto orgullo o desprecio hacia el bien que hacen los de fuera.
El Señor tiene una mirada mucho más amplia y le dice a Juan que el bien que hacen los demás lo tenemos que agradecer: “Ningún bien que se haga quedará sin recompensa”. Por lo tanto, aquí tenemos una enseñanza para nosotros: reconocer y valorar el bien que hace todo el mundo, tanta gente que está al servicio de la sociedad.
El Papa Francisco insiste mucho en esta idea: la cantidad de cosas que podemos hacer con gente que no comparte nuestra fe, pero que tiene un valor el bien que hacen. Él habla mucho de la vida de la caridad, que es uno de los cauces que puede servir al ecumenismo y al diálogo interreligioso. Juntarnos con los otros para hacer el bien de la humanidad. Los cristianos tenemos que ser la gente que descubre siempre el bien que hay en la acción de los demás. Somos los que descubrimos el bien y además lo agradecemos.
La segunda idea es sobre el mal que hacemos nosotros y los nuestros. Dice el Señor una de las frases más contundentes del Evangelio: “Al que sea ocasión de pecado para uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran del cuello una piedra de molino y lo echaran al mar”.
Yo os invito a poner en Google, “piedra de molino”, para que nos hagamos una idea de la imagen que está lanzando el Señor. Nosotros a veces hacemos el mal, nos equivocamos por error, por falta de formación o por maldad. Tenemos que cuidarnos mucho y pedir perdón por el mal que hayamos hecho.
La tercera cosa que nos dice el Evangelio es que cuando descubrimos el mal en nosotros, tenemos que cortar con él. El daño que causamos lo tenemos que cortar con todo nuestro vigor, tenemos que acabar con esa vida de pecado. El Señor nos ha dicho muchas veces que el origen de nuestro mal viene de dentro, de nuestro corazón. Lo tenemos que educar para hacer el bien.
En resumen, reconocer el bien que hacen los de fuera, arrancar el mal que hacemos los de dentro y cortar todo aquello que en nuestra vida nos inclina al mal.