La Parábola del Sembrador: ¿cómo lograr que la palabra de Dios entre en nuestro corazón?
El periodista y sacerdote Josetxo Vera, explica en 'Chateando con Dios' las claves del Evangelio de este domingo
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El mundo del campo es sorprendente. La gente de campo con mirar al cielo ya sabe lo que ocurrirá. Es alucinante. Dice el Señor en las lecturas de este Domingo que la palabra de Dios es como la lluvia, que cae del cielo, impregna el campo, lo fecunda, le hace dar frutos y, luego, sube al cielo. Así es la palabra de Dios y Jesucristo.
Por eso el Señor cuenta en el Evangelio la parábola del Sembrador, que es muy conocida y tiene vigencia 2.000 años después. Es el sembrador que sale por el camino, va echando la semilla, y parte de esa semilla cae al borde del camino, por lo que cuando llegan los pájaros se la comen. Otra parte de la semilla cae en un terreno malo, con poca tierra y en cuanto le da el sol se quema. Otra parte cae en zona con mala hierba que provoca la muerte de la semilla. Por último, la parte de la semilla que cae en una tierra fuerte, da sus frutos.
Esta Parábola del Sembrador se la explica Jesús a los discípulos. Es muy sencilla. La semilla que echa el sembrador a la tierra da frutos dependiendo de cómo sea la tierra. Hay tierras que no sirven para nada, que son aquellas personas a los que la palabra de Dios no les dice nada, por lo que llega el pájaro y se lleva la palabra de Dios. Otros introducen en su corazón la palabra de Dios pero con poco espíritu, de manera infantil. Esto lo encontramos en muchas personas que han recibido la fe para la catequesis de la Primera Comunión o en la Confirmación, pero la semilla no encontró raíces profundas y desapareció. En otros casos, la palabra de Dios se pierde por las malas compañías.
Digamos que son tierras a las que podemos poner nombre y apellido y decir que esto le pasó a alguien conocido. Luego, está la semilla que da frutos, sin aber muy bien por qué. ¿Cómo podemos mejorar la calidad de la tierra y la semilla de frutos en nosotros? Lo podemos hacer escuchando el salmo de este domingo, en el que se dice que es el Señor quien siembra la tierra y la prepara para que dé buen fruto.
¿Cómo hacer que dé buen fruto? Pidiéndoselo al Señor. Se ocupa de que sea fecundo. En la palabra de Dios de este domingo en la Eucaristía sentiremos ser la tierra en la que Dios quiere poner la mejor semilla.