REFLEXIÓN

Casarse es más que "estar enamorado"

En la época de Jesús la gente se casaba y se divorciaba. Jesús ha venido a enseñarnos el verdadero valor de un 'sí' a otra persona: el Matrimonio. 

Casarse es más que "estar enamorado"

Javier González

Publicado el - Actualizado

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Cuando Jesús vivía, la gente ya se casaba. De hecho llevábamos ya muchos años casándonos. Es decir, desde hace muchos siglos los hombres y las mujeres nos unimos para convivir y formar una familia. 

Cuando Jesús empezó a pasear por Galilea, la gente ya se casaba y de hecho, por lo que dice el evangelio, pasaban cosas muy parecidas a las de ahora: la gente no solo se casaba... sino que también se divorciaba. Las mujeres acaban hasta las narices del vago e insensible de su marido y los hombres se iban con otras o no entendían por qué sus mujeres se enfadaban. Y viceversa.

Jesús lo que hizo fue dar mucha más importancia a esa unión. Les dio a sus amigos otra manera de ver el matrimonio. Les dijo que si un hombre se iba con otra mujer, estaba traicionando a la primera -es curioso que Jesús mencione primero este caso, pues en ese momento se veía como normal, mientras que a la mujer... la apedreaban-. Luego, Jesús intervendría en esa situación para salvar a María Magdalena.

Y los discípulos alucinaban. Y le vuelven a preguntar. Un poco como el que mira ojiplático alguna barbaridad de alguien, mira a su compañero, vuelve a mirar al protagonista y se pasa la mano por los párpados por si está alucinando. Pero no. No le habían entendido mal.

Y pensándolo me he dado cuenta de lo precioso que es. Lo precioso que es que el propio Dios haya dado tanta importancia a la única unión familiar que decide nuestra voluntad. A nuestros padres y hermanos no podemos elegirlos, son los que nos han tocado... pero a nuestra mujer o marido... sí.

Lo que dice Jesús en esta reunión con la gente que le escuchaba (nosotros incluidos) es que el amor es para siempre. Básicamente. Que pase lo que pase, esa unión es divina y lo mejor es que continúe hasta el final.

Puede parecer difícil, pero lo que es... es precioso. Hay tantas lecciones que se pueden sacar de estas frases. Por ejemplo: el amor no siempre es bello y rosita. Porque la vida no lo es. Y por lo tanto el amor y el matrimonio es compartir esa vida. En lo bueno y en lo malo. Sobre todo, en lo malo.

El matrimonio por la Iglesia, por lo tanto, no es un mero trámite. No es un fiestón o un evento importantísimo. No es una cosa muy bonita que hago en un determinado momento de mi vida porque 'toca'. No es cursi, no es simplemente un enlace, o un cambio de estado en la relación. Es muchísimo más. Es entregarse.

Es algo divino, es algo para siempre, es algo ¡divino! Es un sacramento. Y eso son palabras mayores. Eso significa que efectivamente el día que te cases será el día más importante de tu vida. Y que a esa persona te une algo mucho más grande que el simplemente 'estar enamorado'. Es amor. Del de verdad. De ese que todos deseamos y que podríamos pensar que no existe. Ese al que aspiramos.

Amar para siempre. Parece imposible... si no entendemos en el fondo lo que es amar. Porque amar, tiene que ser 'querer amar'. En la salud y en la enfermedad. Pues claro que habrá malos momentos. Y momentos en los que mires a la otra persona y no entiendas por qué te casaste con ella. y momentos en los que tienes la certeza de que no podrías vivir sin ella.

Al final es más que una elección. Elegir cada día a esa persona. Vamos a ser felices, y tendremos malos (malísimos) momentos en la vida. También si lo hacemos solos. La cosa es elegir con quién quieres vivirlos. Con la otra persona y Dios.