Mandatos y limpieza, por José-Román Flecha
Mandatos y limpieza, por José-Román Flecha
Madrid - Publicado el - Actualizado
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"¿Dónde hay otra nación tan grande, que tenga unos mandatos y decretos tan justos como toda esta ley que yo os propongo hoy?" (Dt 4,8). Esas palabras que el Deuteronomio pone en boca de Dios, parecen en primer lugar un discurso destinado a poner de relieve la grandeza del pueblo de Israel, que goza de la predilección de Dios.
Además, el texto subraya el valor de la Ley de Dios y de sus mandamientos. En esta sociedad moderna son muchos los que se glorían exactamente de lo contrario. Consideran los mandatos como una orden arbitraria de un Dios en el que no creen. Así que ignorar los mandamietos les parece un gesto que honra su libertad de juicio y de decisión.
Pero la carta de Santiago nos exhorta a revisar ese y otros prejuicios que nos llevan a actuar contra la voluntad divina. En realidad, nos invita a vivir y actuar siempre de acuerdo con la palabra de Dios: "Poned en práctica la palabra y no os contentéis con oírla, engañándoos a vosotros mismos" (Sant 1,22).
Vasos, jarras y ollas
Según el evangelio que se proclama en este domingo (Mc 7,1-23), los fariseos y algunos escribas llegados de Jerusalén observan que los discípulos de Jesús no se lavan las manos antes de comer. Por eso preguntan al Maestro: "¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos impuras?".
El evangelio de Marcos parece querer aclarar el asunto en discusión para los cristianos procedentes de otras culturas que no conocen las tradiciones judías. Por eso incluye una observación para explicar que los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse las manos "hasta el codo", además de lavar vasos, jarras y ollas (cf. Mc 7,3-4).
Jesús conoce bien a sus interlocutores. Parecen defender la ley divina, pero por encima de ella colocan una larga serie de tradiciones humanas. Así que también él les dirige una interpelación que va al fondo de su pretendida espiritualidad: "Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a las tradiciones de los hombres".
Prudencia y limpieza
De todas formas, Jesús no intenta ridiculizar las tradiciones y costumbres de su pueblo. Denuncia la hipocresía de los dirigentes y, sobre todo, ofrece unos criterios de discernimiento válidos para todo tiempo y lugar.
"Todas las maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro". Tras mencionar una larga serie de actitudes malsanas, Jesús insiste por tercera vez en el riesgo de convertirnos en hombres impuros. Es preciso vivir en la verdad y cuidar la limpieza de la conciencia.
José-Román Flecha Andrés