Nuevo libro de monseñor Ángel Rubio, obispo emérito de Segovia

Nuevo libro de monseñor Ángel Rubio, obispo emérito de Segovia

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Nuevo libro de monseñor Ángel Rubio, obispo emérito de Segovia: "Un decálogo divino y veinte decálogos humanos"

S.E. Mons. Ángel Rubio Castro, obispo emérito de Segovia

Don Ángel es un Pastor. Tiene corazón, y por tanto palabras y gestos, de Pastor cercano y entrañable. Cuando habla, mira a los ojos, bendice en la frente, sonríe, escucha, pregunta. Cuando escribe, más que con la pluma o con la cabeza, lo hace con el deseo de sembrar verdades descomplicadas y serenantes. A sus 78 años, tras 53 de sacerdote y 13 de obispo, sólo pide "un corazón limpio para lo que está por venir y espero". Y como una especie de testamento anticipado, como la fotografía que se dedica con afecto a un viejo amigo, nos regala estos "Decálogos", método pedagógico tan suyo, a fuer de catequista experimentado.

Si algo distingue a Don Ángel, tenaz y blando cual su tierra extremeña, es su insobornable y espontánea naturalidad. Por eso el primero de sus Decálogos es el divino, es el que contiene la Ley natural, sin la cual, como por desgracia constatamos hoy, todo se vuelve anti o contranatural. En los siguientes decálogos, "humanos" porque son de su propio cuño, pero también todos divinos, Don Ángel nos habla del Espíritu Santo y de la Eucaristía, del cielo y de la misericordia, de la misión y la vida consagrada, de la Virgen María, y de santos como Pablo de Tarso, Patrono del Movimiento de Cursillos de Cristiandad, y Teresa de Jesús, Doctora de la Iglesia. Son cápsulas mistagógicas en tres o cuatro páginas. No cansan: enseñan, estimulan, alimentan.

Pero lo que más me ha impresionado y aprovechado de este librito de 100 páginas (incluyendo docena y media de expresivas fotos) es el Epílogo: "Diez preguntas sin respuestas". Efectivamente, las réplicas a esos interrogantes sólo pueden barruntarse en el Corazón de Dios, a Quien Don Ángel quiere tanto que no duda en preguntarle, con la confianza de un niño: "¿Por qué pensaste en mí y me amaste desde toda la eternidad? ¿Por qué no te cansas nunca de perdonarme, con tantas veces como te ofendo? ¿Por qué te he sentido siempre tan cerca, hasta en las horas m Y, por fin: ¿nga dificultades?"cultades? n las horas mo te ofendo? ¿Por qula misericordia, de la misi se viuelve anti o contranás bajas de mi vida? ¿Me llevarás al cielo, aunque te ponga dificultades?" Y, por fin: "¿Estoy preparado, en el atardecer de mi vida, para ser examinado de amor?" A ésta pregunta yo sí me atrevo a responder afirmativamente, pero pidiendo a la Virgen de Guadalupe, su Virgen y su pueblo, que ese crepúsculo sea muy, muy lento?

Alberto José González Chaves, pbro.