Como para no alegrarse de que Jesús "se vaya"
Pero, ¿realmente se va? ¿Ha resucitado para irse después? No De hecho, sigue en nosotros, "haciendo morada"
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La Resurrección es la mejor noticia de la historia de la humanidad, sin ninguna duda. Dios hecho Hombre vuelve a la vida, después de haber dicho que lo haría, y promete el mismo camino a quien le siga. ¿Ha pasado algo mejor? Es lo que celebramos en este Tiempo de Pascua. Sin embargo, la euforia se puede enfriar en cuanto nos demos cuenta de que Jesús "se va", vuelve a casa (como ha prometido que haremos nosotros algún día)
Pero, ¿realmente se va? ¿Ha resucitado para irse después? No. Se dio a conocer como Cristo resucitado que sale al encuentro: de las santas mujeres, de los apóstoles, de los discípulos de Emaús..., etc. Todo ello es parte de un nuevo regalo que nos hace antes de su Ascensión: nos está preparando para el envío al mundo como Dios le envió a Él.
Podemos disfrutar de la compañía de Jesús - en la oración, en los Sacramentos, en el silencio, en un paisaje, en las personas... - pero es algo que no nos podemos reservar. Como dice en el Evangelio, nosotros tenemos que "guardar" su palabra: el mensaje de amor mayor que se ha hecho jamás. No obstante, ese "guardar" no es bajo llave. Jesús jamás se escondió. De hecho, Dios sigue en nosotros, "haciendo morada".
La "morada" de Jesús es grande, y engrandece con su amor la pobre morada que nosotros le podemos ofrecer. "Pobre", pero que Él ha hecho digna del amor de Dios, no lo olvidemos, y que ama con locura. Es algo que no puede guardarse y el Espíritu Santo va a venir a nosotros para recordárnoslo.
El Espíritu Santo es el resultado del amor entre Dios y Jesús, la tercera persona de la Santísima Trinidad, es Dios. El impulso que dio a los apóstoles para que fueran a todo el mundo a enseñar el Evangelio, a bautizar, a morir incluso...es el mismo que nos da a nosotros. El mismo Espíritu Santo. Quiere que llamemos a la puerta de otras "moradas" de parte de Dios. "Toc, toc", sí.
Además, Jesús sube al cielo dejándonos su Paz. Y qué paz. "Me voy, pero vuelvo", recuerda la lectura de San Juan. Es decir, que, aunque enviados, somos habitados, Dios está, siempre, con nosotros en el Espíritu Santo. Como para no alegrarse de que Jesús "se vaya".