El Evangelio de hoy: “Si quieres, puedes limpiarme”

Evangelio según san Marcos (1,40-45) y comentario de José María Calderón, director nacional de OMP

Redacción Religión

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Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1,40-45

En aquel tiempo, se acerca a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme».

Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero: queda limpio».

La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio.

Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».

Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.

José María Calderón, director de OMP España, comenta el Evangelio


Primera lectura

Lectura de la carta a los Hebreos 3,7-14:

Hermanos:

Dice el Espíritu Santo:

«Si escucháis hoy su voz,

no endurezcáis vuestros corazones

como cuando la rebelión,

en el día de la prueba en el desierto,

cuando me pusieron a prueba vuestros padres, y me provocaron,

a pesar de haber visto mis obras

cuarenta años. Por eso me indigné contra aquella generación y dije: Siempre tienen el corazón extraviado; no reconocieron mis caminos,

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso».

¡Atención, hermanos! Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo, que lo lleve a desertar del Dios vivo.

Animaos, por el contrario, los unos a los otros, cada día, mientras dure este “hoy”, para que ninguno de vosotros se endurezca, engañado por el pecado.

En efecto, somos partícipes de Cristo si conservamos firme hasta el final la actitud del principio.

Salmo de hoy

Sal 94,6-7.8-9.10-11 R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón»

Entrad, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía. R/.

Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masa en el desierto;

cuando vuestros padres me pusieron a prueba

y me tentaron, aunque habían visto mis obras». R/.

Durante cuarenta años

aquella generación me asqueó, y dije:

«Es un pueblo de corazón extraviado,

que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso». R/.

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