"Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador"

Evangelio según san Juan (15,1-8) y comentario de José María Calderón, director nacional de OMP

Redacción Religión

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Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (15,1-6)

EN aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más de entre ellos subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia. Ellos, pues, enviados por la Iglesia provistos de lo necesario, atravesaron Fenicia y Samaría, contando cómo se convertían los gentiles, con lo que causaron gran alegría a todos los hermanos. Al llegar a Jerusalén, fueron acogidos por la Iglesia, los apóstoles y los presbíteros; ellos contaron lo que Dios había hecho con ellos.

Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, se levantaron, diciendo:

«Es necesario circuncidarlos y ordenarles que guarden la ley de Moisés».

Los apóstoles y los presbíteros se reunieron a examinar el asunto.

Salmo

Sal 121,1-2.4-5

R/. Vamos alegres a la casa del Señor

¡Qué alegría cuando me dijeron:

«Vamos a la casa del Señor»!

Ya están pisando nuestro pies

tus umbrales, Jerusalén. R/.

Jerusalén está fundada

como ciudad bien compacta.

Allá suben las tribus,

las tribus del Señor. R/.

Según la costumbre de Israel,

a celebrar el nombre del Señor;

en ella están los tribunales de justicia,

en el palacio de David. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (15,1-8)

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

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