"¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida!"

san Mateo (7, 6. 12-14)

"¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida!"

Redacción Religión

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Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo 7, 6. 12-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; no sea que las pisoteen con sus patas y después se revuelvan para destrozaros. Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas. Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos».

Primera lectura

Lectura del segundo libro de los Reyes 19, 9b-11. 14-21. 31-35a. 36

En aquellos días, Senaquerib, rey de Asiria, envió mensajeros a Ezequías a decirle: «Así hablaréis a Ezequías, rey de Judá: “Que tu Dios, en el que confías, no te engañe diciendo: ‘Jerusalén no será entregada en manos del rey de Asiria’. Tú mismo has oído cómo han tratado los reyes de Asiria a todos los países entregándolos al anatema, ¿y vas a librarte tú solo?”».

Ezequías tomó la carta de manos de los mensajeros y la leyó. Subió al templo del Señor y abrió la carta ante el Señor. Y elevó esta plegaria ante él: «Señor, Dios de Israel, entronizado sobre los querubines: Tú solo eres el Dios para todos los reinos de la tierra. Tú formaste los cielos y la tierra. Inunda tu oído, Señor, y escucha! ¡Abre tus ojos, Señor, y mira! Escucha las palabras de Senaquerib enviadas para insulto del Dios vivo. Es verdad, Señor, los reyes asirios han exterminado las naciones, han arrojado sus dioses al fuego y los han destruido. Pero no eran dioses, sino hechura de mano humana, de piedra, de madera. Pero ahora, Señor, Dios nuestro, líbranos de sus manos y sepan todos los reinos de la tierra que solo tú eres Señor Dios».

Entonces Isaías, hijo de Amós, envió a Ezequías este mensaje: «Así dice el Señor, Dios de Israel: “He escuchado tu plegaria acerca de Senaquerib, rey de Asiria”.

Esta es la palabra que el Señor pronuncia contra él: “Te desprecia, se burla de ti la doncella, hija de Sion, menea la cabeza a tu espalda la hija de Jerusalén. Ha de brotar de Jerusalén un resto, y supervivientes del monte Sion. El celo del Señor del universo lo realizará. Por eso, esto dice el Señor acerca del rey de Asiria: ‘No entrará en esta ciudad, no disparará contra ella ni una flecha, no avanzará contra ella con escudos, ni levantará una rampa contra ella. Regresará por el camino por donde vino y no entrará en esta ciudad —palabra del Señor—. Yo haré de escudo a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi siervo’”».

Aquella misma noche el ángel del Señor avanzó y golpeó en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil hombres. Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento y regresó a Nínive, quedándose allí.

Salmo

Sal 47, 2-3a. 3b-4. 10-11

R/. Dios ha fundado su ciudad para siempre.

Grande es el Señor

y muy digno de alabanza

en la ciudad de nuestro Dios,

su monte santo, altura hermosa,

alegría de toda la tierra. R/.

El monte Sion, confín del cielo

ciudad del gran rey;

entre sus palacios,

Dios descuella como un alcázar. R/.

Oh, Dios, meditamos tu misericordia

en medio de tu templo:

como tu nombre, oh, Dios,

tu alabanza llega al confín de la tierra.

Tu diestra está llena de justicia. R/.

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