La verdadera historia detrás del 'día de los inocentes'
Madrid - Publicado el - Actualizado
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En esta Octava de Navidad se puede comprobar que Cristo desde el principio de poner el pie en la tierra asumió incomodidades como nacer en un Pesebre. Cuando ya parece que ha echado raíces en Belén debe irse a Egipto ya que Herodes le busca para matarle. Y aquí entran en escena los Santos Inocentes que celebramos hoy.
Un día aparecen unos misteriosos viajeros majestuosos que dicen venir de lejos buscando al Mesías que ha nacido. Herodes indaga profecías y ya tiene seguro que en Belén nació el Niño. Es cuestión de eliminarle no sea que cuando crezca le quite el trono. Cuando usa la bondad de los magos para que vuelvan y le digan el lugar, se ve burlado porque no regresan.
Sus espías, que los tenía por doquier le alimentan su decepción: los viajeros se han ido a su país y no le fueron a contar nada del Niño. El rey añade una locura más en su libro: matar a cuantos niños de dos años para abajo haya en Belén. Una maniobra calculada porque la guardia de Herodes infesta la zona días atrás y cuando llega el momento con la información suficiente, animan a las madres a que vayan con los hijos a Palacio para censar a los niños y cuando les tiene en su poder, manda matarles.
Y por si acaso no van todos, la guardia se encargará de rematar a los pequeños que quedan en el pueblo degollándoles. El llanto de las madres clama como dice la Profecía que habla de Raquel, esposa de Jacob en el Antiguo Testamento, y madre por extensión de todos los hijos del Pueblo Israel y por ende de esos Santos Inocentes que dan su vida por el Cordero un día Sacrificado en la Cruz.
Herodes era hombre natural de Idumea. Su condición de potentado y la fama de su padre, Antípatro, rey idumeo, hace una extraña mezcla que gusta a Roma. Él sería un títere de Augusto, pero sus exigencias controlarían la rebelde Palestina. Los Sumos Sacerdotes y el Sanedrín nadaban y guardaban la ropa. Ante el pueblo odiaban al Rey usurpador ante Herodes recibían tratos de favor.
De hecho el monarca les restaura el Templo de Jerusalén. Pero el pueblo le odia. En su foro interno, Herodes es inseguro y misterioso. Matará a su madre, a su suegra, a su esposa Marianne, a su hijo Antípatro, a otros de sus descendientes. Su argumento era “lógico”: conspiraban contra él.
Decía el historiador Macrobio que es mejor ser cerdo de Herodes que hijo, ya que los cerdos para aparentar ser buen judío no los tocaba. El día de su muerte, como se sabía odiado, pidió matar a algunos presos que tenía, ya que si la gente no le lloraba a él, al menos habría llantos.