Los Dolores Gloriosos de La Virgen, Salvación y Gozo
Madrid - Publicado el
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Siempre hemos reflexionado “A Jesús por María”. La Madre está íntimamente unida al Hijo en todo momento. Por eso, si ayer vivíamos la Exaltación de la Santa Cruz, hoy la Liturgia, nos propone a Nuestra Señora la Virgen de los Dolores. El Apóstol San Juan en su Evangelio destaca la presencia de María junto a la Cruz de Cristo. Así, con su inmenso amor y dolor de Madre, se une al Hijo en sus sufrimientos y padecimientos en bien de la salvación de la humanidad.
Haciendo un poco de historia, en el siglo VIII se profundizaba en los Siete Dolores de Santa María, desde los escritos de los autores eclesiásticos que hablaban de “La Compasión de la Virgen”. En ellos se contempla la Profecía de Simeón que asegura María que una espada le traspasará el Alma. También se evoca la huída a Egipto por la persecución de Herodes, la pérdida y hallazgo del Niño Jesús en el Templo.
De cara a la Pasión se concreta en la Madre que ve al Hijo llevar la Cruz, la Crucifixión y Muerte, el Descendimiento y la Sepultura del Señor. En la Edad Media se vivía la “Transfixión de Nuestra Señora”, así como “La Recomendación de María en el Calvario”. En el siglo XII, los Servitas lo introdujeron con Misa y Oficio Propio, dentro de La Liturgia. Posteriormente se llevó hasta el tercer domingo de septiembre.
También, en el tránsito de la Cuaresma a la Semana Santa, el viernes anterior al Domingo de Ramos, se celebraba el “Viernes Dolores”. Benedicto XIII la puso en 1472 para toda la Iglesia. En el año 1814 el Pontífice Pío VII hizo que cada 15 de septiembre fuese la Virgen de los Dolores, al día siguiente de La Exaltación de la Santa Cruz. La representación de la Virgen al pie de la Cruz, ha sido un aliciente para los creyentes, quienes, descubren el valor de la redención y la malicia del pecado.