La Natividad de la Virgen, preludio del Nacimiento del Mesías

Agosto es un mes en el que se cierra el Ciclo de la Salvación, en cierta manera, al commemorar la Asunción y Coronación de La Virgen. En este día, Mariano por excelencia, como Preámbulo de lo que es La Historia de la Salvación que comenzó con una Joven Nazarena, celebramos la Natividad de la Virgen, una Fiesta que la Iglesia sitúa nueve meses después del 8 de diciembre, Solemnidad en el que se celebra la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios.

El origen de esta celebración se encuentra, siguiendo a los Padres de la Iglesia en el siglo VI, en la Iglesia de Oriente. Concretamente, en Bizancio se cerraban así los días que seguían a la Fiesta de la Dormición. También de esa manera se inauguraba, precisamente, el Año Litúrgico en la Iglesia Oriental Bizantina Un siglo más tarde, es asumida como festividad en toda la Iglesia de Occidente.

Para ello, en Roma se hacía una Procesión-Letanía hasta la Basílica de Santa María La Mayor. María, concebida sin pecado original, es el orgullo de nuestra raza. Ella es la Hija de Sión que se alegra porque el Señor le ha enriquecido con sus dones. Es el orgullo de nuestra raza. Su Nacimiento es motivo de gozo para la humanidad, pues de ella nacerá Cristo, Salvador y Redentor del género humano. El Evangelio no aborda el Nacimiento de la Señora, pero será la tradición la que la presente como descendiente de una de las ramas de David.

Otros se inclinan a que La Virgen era de Nazareth. Algunos apuntan a la Basílica Bizantina en la piscina probática, también llamada de las ovejas, donde Cristo curó al hombre imposibilitado que no podía meterse nunca en el agua. Junto al Templo se conservan restos que podrían se rde la Casa de la Virgen. El motivo sería que San Joaquín era proietario de ganado ovino. El Nacimiento de María, es, por tanto, el anticipo y el anuncio inmediato de esta obra de la Redención.