SANTORAL 3 DIC
El noble navarro que lo dejó todo para anunciar el Evangelio en Asia
San Francisco Javier era de familia noble. En París conoce a San Ignacio de Loyola. Tras convertirse, se ofrece como misionero en Asia.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Hoy evocamos la festividad de un Santo cuya celebración siempre se sitúa dentro de este tiempo de esperanza que es el Adviento. Se trata de San Francisco Javier. Nace un 7 de abril de 1506. Es un hombre de familia culta y noble. Su lugar de nacimiento no es precisamente un sitio pobre, porque le alberga una cuna dentro del Castillo de Javier, propiedad de su familia.
La sencillez, como dice el Evangelio, es una pobreza de espíritu que se lleva en el fondo del corazón. Su padre es un hombre culto y letrado. Su madre es una persona con una formación mayor de lo que se puede prever en cualquier mujer de la época. Francisco Javier ya de pequeño da síntomas de ser una persona muy preparada para estudiar y ser un hombre de provecho, acaso tan preparado como su padre y tan formado como la madre. Entonces, París le esperaba. Era el lugar de la gente que podía permitirse estudiar y pagar los estudios de sus hijos. Y allí va San Francisco Javier a cursar Filosofía y también a imbuirse de las letras teológicas.
Un factor se cruza en su camino y le cambiará la vida porque conoce a tres amigos Juan de la Peña, Cornelio Fabro e Ignacio de Loyola. Esos amigos tienen una cosa en común entre ellos porque Ignacio acaba de forjar un nuevo carisma de particular obediencia directa al Pontífice como forma de contrarrestar el Protestantismo de Martín Lutero, que cuestionaba al Papa como Cabeza visible de la Iglesia.
Francisco Javier no reparaba en esto porque él sólo quería las conquistas humanas, hasta que un día Ignacio le recordó y así durante un largo tiempo la frase del Evangelio: "¿De qué te sirve ganar el mundo entero si arruinas tu alma?”. Entonces su conversión es total hacia Dios. Su gloria ya es sólo la del Señor. Ingresa en la Compañía de Jesús y se ordena sacerdote. Por entonces, el rey de Portugal pide misioneros para sus posesiones en Ultramar y Francisco Javier se ofrece a ir para anunciar la Buena Nueva. Su labor evangelizadora y humana será excepcional. Al final, coge unas fiebres que le llevan a término en esta vida y al nacimiento a la vida de la Fe que tanto había difundido él. Es Patrono de Navarra y de las misiones.
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