San Juan Crisóstomo: orador de la Palabra
Madrid - Publicado el
2 min lectura
La capacidad de comunicar y transmitir es un Don del Señor que también han tenido muchos Santos. Hoy celebramos, por ejemplo a uno de ellos: San Juan Crisóstomo. Nacido en Antioquia hacia el año 349, su madre fue una mujer de probada virtud cristiana que dio esta educación a su hijo de forma plena. Tras estudiar retórica con Libanus, el mejor orador de aquel momento, en plena juventud, decide llevar una vida de anacoreta en las montañas para una mayor consagración a Dios.
No obstante, su mala salud le hace volver a su tierra natal. Allí se ordenaría sacerdote, gozando de una gran capacidad de oratoria y retórica. Precisamente por eso, con el tiempo, recibiría el sobrenombre de Crisóstomo, que significa en griego “boca de oro”, debido a las palabras tan espontáneas y bien inteligibles que salían de sus labios. Todos se admitraban y se acercaban a la Fe, convirtiéndose.
Posteriormente fue elegido Obispo de Constantinopla, servicio ministerial que desempeñó con ejemplaridad, ejerciendo diversas reformas tanto en el clero como en los fieles, a fin de potenciar la vida espiritual. Buscando siempre como único objetivo decir la verdad, esto repercutió profundamente en su situación, sufriendo el destierro dos veces, y siendo enviado a la periferia del Imperio en otras ocasiones. Todo estaba relacionado con Orígenes, gran escritor de la Iglesia que defendía el apocalipsis inminente.
Altiempo que aseguraba que las almas no eran creadas sino que tenían existencia eterna sin principio ni fin. San Juan Crisóstomo condenó desde la Iglesia tales desviaciones y tuvo perseguidores. Entre sus enemigos se encontraban Teófilo, Patriarca de Alejandría, que se arrepintió antes de morir, y la Emperatriz Eudoxia. A pesar de todo esto, contó siempre con el apoyo del Papa, que le confortó ante los sufrimientos. San Juan Crisóstomo muere el año 407.