San Siméon el Estilita
Con catorce años, en plena adolescencia, emprende un camino que le conducirá a la austeridad, la oración y el sacrificio
Madrid - Publicado el
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La entronización de Dios en el Pesebre es pura contemplación del amor de Dios como lo viven en muchos Monasterios. En esta víspera de Reyes, celebramos al anacoreta San Simeón Estilita. Nace en Sisán a finales del siglo IV. Dedicado al pastoreo de niño, sus padres le transmiten los pocos conocimientos que posee, inculcándole el amor a Dios.
En un día de nieve, en que no puede sacar el ganado, marcha a orar a una Iglesia. Allí queda cautivado por la predicación de un sacerdote anciano. Tiene, entonces, catorce años. Con esta edad, en plena adolescencia, emprende un camino que le conducirá a la austeridad, la oración y el sacrificio. La primera ocasión que se le presenta es una colonia de monjes en Tedela. Allí ingresa, pero pronto tendrá que abandonar, expulsado por la propia comunidad, cuando lleva sus privaciones hasta sus últimas consecuencias.
Piensan los religiosos que los aspirantes al monacato podría echarse atrás al ver sus padecimientos desmesurados, por lo que le ven como un anti-testimonio más que un aliciente en la vida monástica. Intentando profundizar más en su vocación marcha a Telaniso y Tedela. En este último lugar construye una cerca y se ata a una gran roca, donde muchos le visitan.
Al agobiarle la innumerable masa de personas que van levanta más alta la columna. En ella pasó la mayor parte de su vida. De ahí le vendrá el sobrenombre de “estilita” (vocablo griego que significa columna). Desde allí defiende la Fe de la Iglesia contra herejías como la arriana, que negaba a Cristo como el Verbo Encarnado que nos salva. A la muerte de San Simeón estilita, su columna sirve de base para la edificación de un nuevo Convento.