SANTORAL 28 NOV
La mujer que abrió las puertas de la caridad a base de humildad
Catalina de Labouré trabajó mucho: para sus hermanos y para su orden. Su entrega fue la caridad con los más necesitados y un encargo especial de María.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Recuerda el Salmo que "la Santidad es el adorno de tu casa". Estar al lado de Ios de siempre, o tener una experiencia mística ayuda a cambiar y vivir la Fe hasta alcanzar la Corona de Gloria que no se marchita. Esto es lo que le debió pasar a Santa Catalina Labouré, la religiosa a la que conmemoramos hoy. Ella recibió el encargo de María Inmacualda para acercar a los hombres su Advocación de la Virgen de la medalla Milagrosa como veíamos ayer.
Nace en Fain- les- Moutiers (Francia), en el siglo XIX. Era la séptima de los nueve hermanos que sobrevivieron a los diecisiete hijos que tuvieron sus padres. El hogar siente la pérdida de la madre, que muere muy pronto. Cuando esto pasa, Catalina es todavía muy niña. Pero, como recuerda la Escritura, una mujer hacendosa vale mucho más que las perlas. Así le sucedió a una de las hermanas mayores, de nombre Tonina, que se hizo cargo de sacar adelante la casa y, entre sus hermanos, a la pequeña Catalina. La situación familiar parecía ser su lugar de santificación, pero el Señor le tenía reservada el camino de la vida religiosa.
Para llegar hasta ella, tuvo que vencer grandes dificultades, como ser criada al servicio de dos hermanos mayores. Al final, ingresa en las Hijas de la Caridad, fundadas por San Vicente de Paúl. Allí resplandecerá por su fidelidad al carisma de la Congregación. La oración ante el Sagrario, le impulsa a visitar asilos, hospitales y orfanatos donde atenderá a los necesitados, viendo en ellos a Cristo.
La última etapa de su vida la pasó haciendo trabajos que le dejaron en el más absoluto anonimato, para profundizar más en la humildad como la llave que conduce a la caridad como virtud sobrenatural. Muere el 31 de diciembre de 1876 y Pío XII la canoniza en el siglo XX.