Octava de Navidad (V): Santo Tomás Beckett

Durante todos estos días pasan ante nuestra retina cada uno de los momentos de la Infancia del Señor, en el Evangelio que proclamamos estas jornadas

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Redacción Religión

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Durante todos estos días pasan ante nuestra retina cada uno de los momentos de la Infancia del Señor, en el Evangelio que proclamamos estas jornadas. Nos encontramos en el V Día de la Octava de Navidad. ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que trae la paz! El que grita: “Tu Dios Sión es Rey! Es el Niño que a los cuarenta días después de haber nacido, es llevado al Templo para ser presentado al Señor.

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Así le había mandado Yavé escribirlo como norma a Moisés: “Todo varón primogénito será consagrado, realizando la ofrenda con un par de tórtolas o dos pichones”. En cumplimiento de esto, María y José llevan al Niño a Jerusalén, la Ciudad Santa. Y es que aunque fuese el Autor de todo lo creado y, por supuesto de la Ley, tenía que parecerse en todo a los demás hombres, excepto en el pecado. Eres Niño y has amor. ¿Qué harás cuando mayor?

Todos se admiran de Aquella Flor Celestial que ha caído como el rocío mañanero, suavizando todo lo que encontraba a su paso. ¡Oh Adonai, Pastor de la Casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y ene el Sinaí le diste tu Ley! En verdad has venido a librarnos del pecado con el poder de tu brazo. Y también hoy, recordamos a Santo Tomás Beckett. Su nacimiento se sitúa en Londres (Inglaterra) el año 1118.

Clérigo de Cantorbery y canciller del reino, fue elegido Obispo el año 1162. Cuando el rey Enrique II pretendió abusar de sus poderes, frente a la Iglesia, Tomás, combate valientemente al monarca, defendiendo a la comunidad eclesial en sus derechos. De esta forma, prueba la Cruz de Cristo, siendo desterrado a Francia por espacio de seis años. Cuando vuelve a Inglaterra, no lo tiene mejor que antes, muriendo mártir Santo Tomás Beckett en el año 1170.

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