San José María Rubio
Su preparación espiritual, académica y humana le conducen a ser profesor en el Seminario madrileño, diócesis en la que llegaría a ejercer como Notario de la Curia Diocesana
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Una de las indicaciones en las que más insiste el Señor Resucitado a los suyos es que “vayan por todo el mundo a predicar el Evangelio”. Ya les había recomendado durante su Ministerio en los tres años que estuvo con ellos, que nunca llevasen nada de repuesto sino que fuesen con lo que llevaban y nada más. Hoy recordamos a San José María Rubio, hombre fiel a la difusión del Evangelio según las enseñanzas del Señor.
Nace en Dalías, Provincia de Almería, en el año 1864. Ordenado sacerdote en Madrid, sus primeros destinos pastorales fueron Chinchón y Estremeña. Muchas gentes llevan el recuerdo de tal forma que en las actuales generaciones aún perdura el sentimiento del Padre Rubio y su apostolado de casa en casa. Su preparación espiritual, académica y humana le conducen a ser profesor en el Seminario madrileño, Diócesis en la que llegaría a ejercer varios años como Notario de la Curia Diocesana.
El santoral de hoy, martes 4 de mayo
Sin embargo los planes de la Providencia le llevan por otros caminos diferentes, porque pasados los 40 años, es llamado a servir a Dios desde la Compañía de Jesús, tras los pasos de San Ignacio de Loyola. Durante los primeros cinco años, sigue un proceso de formación, para después encargarse de la confesión y la dirección espiritual de muchas almas. Tampoco faltó en su trayectoria la atención a los más pobres y necesitados, descubriendo en ellos la presencia del rostro de Dios.
Su dedicación a los laicos, dio frutos de verdaderos apóstoles seglares. Se cuenta el caso que le hizo muy conocido en el que un hombre salto del puente al abismo, muriendo de forma trágica. Entonces cuando la esposa acude al religioso desesperada por lo que ha hecho su marido el Padre Rubio le tranquiliza desde la Fe diciéndole: “Entre el puente y el suelo estaba Dios”. Muere en 1919, siendo beatificado y canonizado por Juan Pablo II.