Madrid - Publicado el
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Estamos en el IV día de la Octava de Navidad. Seguimos viendo a Dios hecho criatura en un portal. Contemplamos cómo llora en un Pesebre el Autor de la vida y la alegría. Vemos pobre al que es la única Riqueza que puede colmar las aspiraciones de los hombres. El Misterio de Belén hace que revivamos de las cenizas, porque antes estábamos muertos por el pecado y ahora somos hijos en el Hijo.
En medio de la noche Dios irrumpe en la historia de la humanidad para mantenernos despiertos ante su Venida definitiva al final de los tiempos. Mientras tanto, nos invita a prepararnos con el mismo corazón que María y José en el establo. Y hoy recreamos los Santos Inocentes.
Se trata de una estampa netamente navideña y muy propia de estas fechas relacionada con la Infancia del Señor. Precisamente un Ángel le había pedido en sueños a José que se fuesen a Egipto hasta la muerte de Herodes, porque se cernía peligro para el Niño. Y tal y como sigue recordando el Evangelio según San Mateo, el monarca furioso porque los Magos no vuelven a informarle de lo que han visto, piensa que se burlan de él.
Por eso manda a su guardia matar en Belén y alrededores a todos los niños menores de un año creyendo que así acabaría con el Mesías. La edad la calculó según el tiempo que le dijeron los Magos que habían divisado la estrella que les anunció el Feliz Nacimiento. De esta forma se cumple lo dicho por el Profeta:
“Una voz se oye en Ramá. Llantos y lamentos grandes. Es Raquel que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo porque ya no viven”. Una vez muerto Herodes el Ángel volvió a decirle a José que regresasen. Pero viendo que gobernaba Arquelao retornaron a Nazareth.