Madrid - Publicado el
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El Adviento siempre ha dado mucho papel a los profetas. Especialmente Isaías, pero también los demás iluminan al Pueblo para que se mantenga en la esperanza de la Venida del Salvador. Hoy nos acercamos hasta uno de ellos. Se trata de San Habacub. Forma parte de los profetas denominados menores del Antiguo Testamento.
Su vida transcurre en torno a los siglos VII-VI a. C. No hay muchos datos sobre él. Muchos le presentan como un hombre temeroso y dubitativo. No sabe el momento en que el Reino de Dios llegará, pero sus profecías expresan el amor del Señor. Donde se muestran sus miserias sobreabunda la Misericordia Divina con él porque se pone en manos del Altísimo.
Esto da pie a las palabras que siglos después pronuncie San Pablo en su Carta a los Romanos cuando afirme que “el injusto tiene el alma hinchada, pero que el justo vivirá por su Fe”. Sus profecías se sitúan antes de la invasión de Judá por los caldeos. Esto supone la Voz de Yavé para prevenir al Pueblo Elegido.
También predice la caída de Babilonia, enemiga de Israel. En la Primera parte del Libro Yavé se encara con los poderes políticos y económicos. Sus conquistas son meramente humanas y lo único que desean todos es victorias humanas, lejos de la voluntad del Cielo. Por todo eso asegura que el Señor interviene en favor de los débiles y necesitados.
La segunda parte es la condena explotadores, injustos e idólatras. Gente que sólo busca las cosas humanas. Todo esto supone que no confían ni esperan en Dios. Por eso los preceptos que viven son meramente humanos. Por fin la Salvación que llegará es la Tercera parte del Libro porque esa es la esperanza. Habacub muere en torno al siglo VI.