Madrid - Publicado el - Actualizado
2 min lectura
La semilla del Evangelio impregna en el corazón de todos los hombres y en todos los campos de la vida. Hoy recordamos a Santa Teresa de Jesús. Su Santidad impregna la Iglesia, la historia y la cultura literaria del Siglo de Oro. Nacida en Ávila, el año 1515, a los dieciocho años ingresa en el Carmelo carmelitano de la Encarnación, en su ciudad natal.
Allí busca una profunda experiencia de encuentro y oración con Cristo. Con el paso del tiempo, siente que la Providencia le llama a reformar su Orden, renovación que afectará igualmente a la Rama Masculina. De entre sus quince fundaciones, destaca el Convento de San José, en la capital abulense que es el primero de los que abriría.
Así es como empieza una Reforma, llamada también Teresiana, por espacio de veinte años, en la que la santa andariega, se verá envuelta en graves dificultades, descubriendo a Dios en todos estos contratiempos. Su capacidad mística queda plasmada en los diversos escritos que se incluyen en los mejores libros de la Literatura española.
Es el caso de “El castillo Interior”, o “El libro de su vida”. En ellos reflejará cómo fue descubriendo su vocación y cómo el señor le llama a un trato profundo con Él desde la más absoluta contemplación. Tal es su confianza en el Todopoderoso y su visión de Dios en las cosas cotidianas que ha llegado a afirmar con la alegría que le caracterizó que Dios anda entre los pucheros.
Santa Teresa de Jesús deja esta vida a la que llamó “una mala noche en una mala posada” el 4 de octubre de 1582 y San Pablo VI le declaró Doctora de la Iglesia. En su lecho de muerte pudo decir: “Al fin muero como hija de la iglesia Católica”. Como entró en vigor ese día el calendario Gregoriano se ajustaron 11 días y resultó ser 15 de octubre