Madrid - Publicado el
1 min lectura
La Gracia de Dios inunda a los hombres y muchos hogares se siente tocados por el amor del Cielo. Ese Don del Cielo tocó el corazón de Frutos que celebrábamos ayer y de sus hermanos Valentín y Engracia que recordamos en este sábado. Todos están unidos en torno al hogar y a los padres. La riqueza asegura la supervivencia de todos ellos. Incluso podrían permitirse muchos lujos.
Sin embargo la humildad de estos jóvenes -tal vez aún eran adolescentes- les hizo seguir el criterio de su hermano Frutos. La idea era seguir el Evangelio y vender cuanto tenían paran obedecer el mandato del Señor y así tener un Tesoro en el Cielo. Cuando van al Duratón, no se ven dignos de vivir los tres juntos para evitar distracciones y tener un mayor encuentro con Dios.
Dejando a Frutos en ese lugar, ellos se retiran a la parte de Caballar. Allí se sitúan para llevar una vida de ermitaños. Nos situamos en el siglo VIII, en plena invasión sarracena. La persecución era patente para quienes eran cristianos, o se negaban a pagar los impuestos al dominador. Un día son capturados ambos hermanos en el Monasterio de San Zolio, dentro del entorno antes mencionado. Su firmeza en la Fe hace que sean martirizados por causa del Señor. Tras ser decapitados cuenta la tradición que sus cabezas fueron arrojadas a la Fuente Santa con la idea de que no se descubriesen. Sin embargo sus cuerpos fueron descubiertos y venerados a modo de reliquia. Los cristianos que los descubrieron decidieron llevar las reliquias de San Valentín y Santa Engracia junto a San Frutos. Tiempo después un ganadero iba con su caballería y cuando se aproximó a la fuente la vio teñida de sangre descubriendo en el fondo los dos cráneos de estos Santos.