Beato Ciriaco María Sancha, experto en pobreza y entrega

La vida de los cristianos pasa por compartir el anonadamiento de Cristo -que se rebajó- para llegar a la Cruz y vivir la Pascua, siempre recibiendo la Luz del Espíritu. Hoy, II Domingo de Cuaresma en el que se contempla a Cristo Transfigurado en el Tabor, camino de Jerusalén, conmemoramos al Beato Ciriaco María Sancha y Hervás, iluminado por Dios para actuar y vivir en los momentos que se le ofrecían.

Nace en la Ribera del Duero, en el municipio de Quintana del Pidio, muy cerca de Aranda de Duero en el año 1833. De familia muy humilde, él se acerca a ayudar y aprender del Párroco del pueblo que le llevará al Seminario de El Burgo de Osma, en Osma-Soria, a donde pertenecía la zona sur de Burgos. Ordenado sacerdote muestra grandes dotes para formarse en el estudio, pasando por las prestigiosas aulas de Salamanca.

Podría haber estado en la enseñanza, pero los caminos de Dios le llevaron a aplicar sus conocimientos en el ámbito pastoral. Así es destinado a Cuba como secretario del obispo Primo Calvo Lope, natural de El Burgo y que había reparado en las cualidades del seminarista Ciriaco María Sancha. Allí destaca por su labor sensible a los necesitados, fundando unas religiosas que, con el tiempo se llamarían las Hermanitas de los pobres del Cardenal Sancha.

De vuelta a España, será designado obispo auxiliar de Toledo, pasando también por Alcalá, Ávila o Valencia. En la ciudad del Turia convocará un Congreso Eucarístico Nacional. Por fin es nombrado cardenal y cuatro años después Arzobispo de Toledo. Su Ministerio fue completo porque cuidó extremadamente de los sacerdotes, de los fieles, y forjó los futuros movimientos sociales en el seno de la Iglesia. Ciriaco María Sancha muere en 1909. En su epitafio pusieron: “Pobre vivió y murió pobrísimo”. Fue beatificado el año 2009.