Domingo de Ramos
Hoy, por ejemplo, es Domingo de Ramos, jornada en los que revivimos los Momentos principales de nuestra Salvación que comenzaron con la Solemne Entrada del Señor en Jerusalén
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Toda Celebración tiene su Preámbulo para dar paso al momento fuerte y estelar. En la Iglesia también pasa lo mismo con los grandes Misterios de la Fe. Hoy, por ejemplo, es Domingo de Ramos, jornada en los que revivimos los Momentos principales de nuestra Salvación que comenzaron con la Solemne Entrada del Señor en Jerusalén. Ya en el Antiguo Testamento, el Profeta Zacarías recuerda a la Ciudad Santa la importancia de exultar de gozo porque llega a Ella su Rey Victorioso montado en un asno, en un pollino de borrica.
Y será el Evangelio quien cuente cómo el Señor cuando subió a la Ciudad Santa su último año antes de dar la vida por todos, antes de entrar mandó a dos de sus discípulos a una casa concreta donde encontrarían un asno y un pollino. La orden era que los desatasen y se los llevasen. Incluso les dijo que si alguien les recriminaba su gesto contestasen que el Señor los necesitaba y que los devolvería pronto.
Todo sucedió como estaba previsto. Entonces cuando se lo trajeron, las gentes de Jerusalén y los visitantes se acercaron a recibirle con alabanzas y cánticos, además de aclamrle con cánticos, agitando los ramos y las palmas que llevaban en su mano. En el siglo IV la Iglesia adopta este formato del Domingo de Ramos, cinco días antes de que Cristo padeciese por todos nosotros, para revivirlo así en las celebraciones de este día.
Por un lado, la Liturgia de Jerusalén asume la Entrada Triunfante del Hijo de David con lo que proclama el Evangelio que contempla este Pasaje. Por otro lado, la Liturgia de la Iglesia Romana evoca el conepto de Domingo de Ramos en la Pasión del Señor con lo que invita a leer el relato de la Muerte de Cristo, este año según San Lucas porque es el evangelista que corresponde en el Ciclo C en el que nos encontramos.