Nuestra Señora del Rosario, presencia Materna en la Salvación

Cualquier Celebración en honor de la Virgen siempre tiene un sentido entrañable en torno a la madre del cielo. Hoy celebramos una festividad de corte mariano, de raigambre muy popular: Nuestra Señora La Virgen del Rosario. Tras apoderarse de las zonas cristianas en Europa los turcos, se forjó la Batalla de Lepanto en 1571, que otorgó la victoria a los cristianos, motivo por el que el Papa San Pío V, instituyó la Fiesta del Rosario en este día.

En un primer momento se celebró como La Virgen de las Victorias. Gregorio XIII le puso el Título de Nuestra Señora del Rosario, y Clemente XI la extendió a toda la Iglesia. Finalmente San Pío X la fijó el 7 de octubre tal y como la conocemos. El Santo Rosario brota de una antiquísima tradición cristiana, donde el fervor popular reza 50 avemarías repartidas en cinco misterios. El formato actual se debe a Santo Domingo de Guzmán.

El Fundador de los dominicos recibió el encargo de la Virgen de difundir entre los creyentes esta singular devoción, por lo que los Dominicos, como orden fundada por el Santo burgalés, es la propagadora por excelencia de esta Oración. Tradicionalmente el Santo Rosario constaba de tres partes donde se incluyen los Misterios Gozosos en los que se medita los momentos más destacados de la Infancia del Señor.

Las otras dos partes son los Misterios Dolorosos, donde se contempla la Pasión del Señor, y los Gloriosos, donde se vive su Triunfo definitivo sobre el pecado y la muerte. Durante su Pontificado, San Juan Pablo II añadió los Misterios de la Luz, para meditar sobre los momentos más destacados de la Vida Pública. De esta forma los cristianos profundizamos en la presencia de María en el Misterio Salvador, a través de esta festividad de Nuestra Señora del Rosario.