Nuestra Señora de la Merced, escuchó a los encarcelados y les mandó ayuda

El Antiguo Testamento nos recuerda a Yahvé, que se presenta a Moisés en la zarza y le dice que ha llegado hasta su presencia el clamor de los israelitas esclavizados por los egipcios. Entonces, Dios envía a Moisés a liberarlos en su Nombre. Esa historia Providente se iba a repetir en el siglo XIII. Esta vez, quien intercede es la Virgen, con la Advocación de Nuestra Señora de la Merced.

La Señora del Cielo oye el clamor de tantos presos cristianos en tierra de moros. También escucha los llantos de otros reclusos tratados injustamente. Su decisión es poner remedio a los hijos que sufren con un nuevo carisma. Para ello, se aparece a San Pedro Nolasco, religioso español. Él es el elegido por la Reina del Cielo para fundar una Congregación que ponga remedio a estos problemas.

El Santo, pronto y bien mandado, forja una orden dedicada a este trabajo de redención de los encadenados. Es el origen de la Orden de la Merced. Pasarían muchos años hasta que se le diese un Nombre a esta forma de santificarse. Pedro Nolasco ya había orado por esos presos de los que corrían noticias de su cautiverio. La Virgen le ha elegido para devolverles su libertad y su dignidad. La Orden se llamaría Merced porque eso significa hacer el bien con las obras de misericordia. Pero la Virgen no lo deja ahí.

Quiere buscar más apoyos humanos que cooperen en el plan de Dios. Para ello, la Madre de Dios se aparece a varios personajes españoles con fama de santidad: El rey Jaime I, el conquistador. Sus empresas le llevarían a ponerse de parte de los presos y ayudaría por su devoción a la Madre del Cielo. También se aparece al mismo tiempo a San Ramón Nonato y a San Raimundo de Peñafort. Este es el origen de los mercedarios apadrinados por la Madre del Cielo para que por aquel entonces lierasen cautivos y en este tiempo actual se dediquen al apostolado en las cárceles.