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Muchas son las personas que con su vida son un testimonio de la presencia de Dios en el hombre. También denuncian esa ignorancia que el ser humano puede tener del Señor porque realmente no abre su mente a la Gracia que la Providencia da. Pero al mismo tiempo ayudan a esperar en la Providencia que tiene la última palabra en clave siempre de amor. Hoy la Iglesia nos presenta al profeta San Amós.
Pastor en Tecoa, en los límites de Judá, forma parte de los llamados Profetas menores cuyo libro se incluye en el Antiguo Testamento, en los Libros proféticos. No es alguien que esté entroncado en los piadosos israelitas que cada momento están en el Templo o suben a Él, o van a la Sinagoga. Más bien se trata de un hombre rudo que se dedica al ganado. El propio Profeta se quiere excluir de la tarea encomendada porque es un humilde ganadero.
Sin embargo Dios le saca de su pastoreo para profetizar contra el Reino de Judá cuya vida es muy relajada. La religiosidad es muy aparente y Amós debe hablar contra los lujos mundanos que tiene el Pueblo Elegido abandonando el Mandato que había dado Yavé de acercarse a todos los pobres y necesitados. En todos los Profetas resuena, de alguna manera, las palabras de Isaías, uno de ellos, y del grupo de los mayores, que señalaba cómo el pueblo era experto en honrar a Dios con los labios, pero su corazón estaba lejos de Él.
En sus dos momentos, en el Libro Bíblico del Antiguo Testamento que lleva su nombre habla del “Día de Yavé” en el que el Señor condenará las injusticias, al tiempo que premiará a la minoría de fieles a la Ley Divina. De esta manera habla de los que deberían acercarse y no lo hacen, y de los alejados que luego dicen sí al plan divino. Por este motivo, a San Amós también se le incluye en el grupo de los profetas llamados de la denuncia social.