San Bonifacio, misionero y creador del árbol navideño
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Del Costado de Cristo salió Sangre y Agua, Símbolo de la Iglesia Naciente. De ahí parten cristianos evangelizadores en otras tierras. Hoy celebramos a San Bonifacio, que plantó la semilla del Evangelio en zonas donde no había raigambre. Nacido en Wessex (Inglaterra) el año 680, fue un gran cristiano dentro del mundo anglosajón. Cuando tenía tan sólo cinco años, decidió irse a vivir con unos monjes que habían llegado a aquella zona, petición a la que accedieron sus padres, dos años más tarde.
En plena adolescencia, ingresa en el Monasterio de Nursinling, Diócesis de Winchester como Monje Benedictino. Entregado al estudio y a la formación espiritual, como pide el carisma, destaca por su sabiduría hasta el punto de ser condecorado como un gran Maestro en Teología. Sin embargo, mayor será su carrera hacia la Santidad alentando siempre la vida del espíritu con su capacidad de reflexión.
Así se iba preparando a la tarea que el Cielo le tenía encomendada, secundando la llamada del misionero Willibrordo, en Frisia –actual Holanda-, para anunciar el Evangelio de Jesucristo. Puesto al servicio de Dios en la persona de su Vicario, el Papa Gregorio II, marcha a Frisia donde le quieren hacer Abad, cargo que rechaza, siendo trasladado a Alemania, donde será Legado Pontificio. Su predicación alienta a los cristianos y logra el florecimiento de más comunidades, lo cual impulsa la difusión de la Fe.
Sin embargo, algunos grupos de paganos, contrarios a la Doctrina cristiana, organizan una persecución, matando a Bonifacio y cincuenta y tres compañeros más. Su cuerpo fue sepultado en Fulda. Cuenta la tradición que aquellas tierras plantaban un abeto en honor del dios Odín. San Bonifacio plantó un abeto en honor de Dios que planta su tienda entre nosotros y cuyo Amor es perenne. Las manzanas representan la fruta del epcado y las velas la Luz de Cristo.