San Hugo
Fue un eclesiástico nombrado canónigo en la ciudad de Valence y después obispo de Grenoble de 1080 a 1132
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Estrenamos mes, y el silencio de la Cuaresma con el Señor en el desierto para llegar al momento culmen de la Salvación habla de la contemplación como el camino seguido por muchos hombres de Dios. Hoy celebramos a uno de ellos: San Hugo. Nace en Valence, en la parte sur del país francés, el año 1053. Su madre se encargó de educarle, puesto que su padre, obtenido el permiso de su esposa, marcha a la Cartuja.
Dotado de grandes cualidades, a los veintisiete años, es consagrado Obispo, tras una carrera eclesiástica con bastantes facilidades. No obstante su vida no fue esperanza y dulzura, sino que tuvo muchas cruces que llevar. El Papa Gregorio VII le envía a pastorear la Diócesis de Grenoble, donde habrá de poner orden ante tanto comercio de bienes de la Comunidad Eclesial y tanta deformación moral entre los cristianos. A esto se unen las deudas que dejan empeñado el Obispado.
En un intento de solucionar los problemas, intensifica los momentos de oración y penitencia, pero no logra resolverlos, porque choca con un pueblo duro de cerviz e indiferente. La única solución que se le ocurre es vestir el hábito de San Benito en Clermont, algo que el Pontífice no le permite obligándole a retomar las riendas de su Diócesis. Impulsado por la obediencia accede, a pesar de que la salud le acarree bastantes problemas.
Intenta a los Papas que se suceden pedirles que acepten su renuncia, pero todo es en vano. Dios siempre muestra de esta forma otros planes sobre él, que, por su parte, acepta con total humildad y sencillez poniéndose en sus Manos. Con el tiempo lograría dar frutos su oración y penitencia, convirtiendo a sus diocesanos. Ayuda a Bruno y otros seis compañeros en el asentamiento de la Cartuja, muriendo San Hugo en el año 1132.