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En la Iglesia siempre ha estado la preocupación por las nuevas generaciones manifestadas en los jóvenes y adolescentes. Hoy nos encontramos en el calendario, cerrando el mes de enero, a San Juan Bosco, un Apóstol entre ellos. De origen italiano, nace en Turín, junto a Castellnuovo, en el año 1815. Dentro de una niñez dura, vive durante mucho tiempo con una tía que asistía en casa de unos sacerdotes. Así descubre su vocación, ingresando en el Seminario hasta ordenarse presbítero.
Creyendo ser llamado a las misiones, San José Cafasso, al que la Providencia puso en el camino de Juan, le hizo ver que su apostolado estaba en los barrios más necesitados, poniéndole en contacto con ellos. Pronto Don Bosco advertiría la miseria de los jóvenes y adolescentes, comprendiendo que el Señor le impulsaba a dedicarse especialmente a ellos.La incultura que sufrían, así como la mala costumbre de robar y hacer daño que habían adquirido, hace que trate de instruirles en la educación espiritual y humana.
Es entonces cuando se fragua un nuevo camino de santificación que Cristo iba a abrir en la Iglesia a través de él: los salesianos. Recibe este nombre porque el fundador posee una gran devoción a San Francisco de Sales cuya festividad celebrábamos hace pocos días. El carisma de esta Congregación extendida por todo el mundo, trataría de trabajar desde la formación en la Fe y la vida de tantos chicos que andan sin rumbo, como ovejas sin pastor.
Ante tantos problemas que agobian a la Iglesia de entonces, él ofrece luz para resolverlos desde sus escritos espirituales. San Juan Bosco muere en 1888. Es el Patrono de las radios musicales dedicadas a los jóvenes, del cine y de la televisión compartida, ésta última con Santa Clara de Asís. Es el Abogado también d elas escuelas de artes y oficios. El Papa San Juan Pablo II le puso como uno de los Patronos también de las Jornadas Mundiales de la Juventud.