San Mauro: el Santo que alabó a Dios en el silencio

La vida contemplativa y eremítica siempre han supuesto una forma de profundizar en la Fe y el amor a Dios. Muchos son los ermitaños y monjes de contemplativos que han dejado una impronta que otros han seguido con el paso de los tiempos. Hoy recordamos a San Mauro. Nace en Roma el año 511 y desde pequeño será educado e instruido por San Benito en el conocimiento de Dios al que hemos de alabar en toda nuestra existencia para entrar un día en la Asamblea de los Santos.

Ni que decir tiene que esto le abre camino para ingresar en la Orden Benedictina, un itinerario de santificación que no quedaría simplemente en eso, puesto que llegaría a ser Abad y fundador de diversos monasterios en Francia. Muchas son las curaciones milagrosas que realiza, viendo en él los demás un Taumaturgo.

Pero más bien los otros, ya que él es una persona sencilla y humilde que no quiere grandes reconocimientos.Tampoco se pueden pasar por alto sus conversaciones con el conde Gaidulfo, enemigo acérrimo de los monjes franceses. Fruto de estos diálogos conseguiría que el trato hacia los monásticos nos fuese agresivo por parte de las autoridades sino más sencillo y acogedor. Todo esto repercute, igualmente, en su espíritu penitencial que le acompaña todo el tiempo, y gracias al cual se preparará para una muerte santa y digna. Muere el 15 de enero del año 583. 

La veneración que se tributa a sus reliquias en Extremadura, data de tiempos inmemoriales y antiquísimos. Por eso la documentación existente acredita que ya en el Sínodo de 1501, se manda celebrar a este Santo, cuyo sepulcro se halla en Almendral. Parte de su Relicario se encuentra en la Catedral pacense.