San Pío X, Pontífice pobre, humilde y bondadoso
Publicado el - Actualizado
2 min lectura
No es fácil regir a la Iglesia de Dios sino es bajo la Acción del Espíritu bajo la tutela de la sencillez. Esta virtud se cumple en San Pío X, cuya festividad conmemoramos hoy. Nacido en 1835 en Véneto, y de nombre José Melchor Sarto, de pequeño fue monaguillo en su parroquia natal. El sacerdote le dio clases de latín. Después de los estudios eclesiásticos en el Seminario de Padua, se ordena sacerdote, llegando a ser con el tiempo canónigo de Treviso.
Un Ministerio Sacerdotal desempeñado con generosidad y entrega hace que la Providencia le prepare para ser Obispo de Mántua. León XIII le nombrará Patriarca de Venecia y, a su muerte, es elevado a la Silla de Pedro. Durante su Papado luchó para que, en lo sucesivo, el poder civil no interviniese nunca más en la elección de un Pontífice al tiempo que dio normas para reconciliar la Iglesia con el Estado Italiano, tras los enfrentamientos en el siglo XIX.
Tampoco faltaron problemas como fue el caso de Francia, que terminó por romper los Acuerdos Eclesiásticos cuando el Pontífice vetó a Napoleón su intromisión en los nombremientos episcopales, para evitar una manipulación. Por entonces también impactó el Modernismo, conjunto de herejías que condenó el Pontífice en la Bula “Pascendi Dominici Gregis”, refutando cada uno de los errores difundidos en dicha doctrina.
Su amor a la Eucaristía, le impulsaron a fomentar el Culto a Jesús Sacramentado, recomendando la lectura diaria de la Sagrada Escritura, reformando también el Misal. Su contemplación angustiada de Europa le llevó a intuir que se avecinaba un grave conflicto que desembocaría en la Primera Guerra Mundial en el mismo año de su muerte. Sumido en la pena y enfermo, San Pío X muere a causa del corazón en agosto del año 1914. Su epitafio dice que "la Tiara estaba llena de tres coronas: pobreza, humildad y bondad".