Santa María de la Cabeza, esposa y madre muy mariana

La Santidad cala en el corazón de los hogares donde se vive. Se transmite de padres a hijos o entre los esposos. Este último ejemplo es el de la Santa de hoy: Santa María de la Cabeza. Natural de Madrid o cerca, porque muchos le sitúan en Uceda, a finales del siglo XI, casa con Isidro, Labrador. Fruto de este matrimonio nace San Illán, su hijo. Fiel esposa, siempre vivían unidos en la Fe y en la vida.

Compartían los momentos de oración y vivían la gratitud a Dios cada día en la Misa, así como la tierna devoción a la Madre del Cielo, bajo la Advocación de La Almudena. En su prototipo de mujer trabajadora prepara cada día la comida que su esposo ha de llevar para ir al campo. Pone a punto cada día el hogar cumpliendo lo que dice la Escritura en el Antiguo Testamento: “Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas”.

Dada su dedicación total a Dios, cuando el hijo ya se hace mayor, ambos optan con el debido permiso de ir cada uno un tiempo a servir más al Señor. Ella marchará a una ermita cerca del Jarama para honrar y asistir como Criada de la Virgen. Esto no supone ruptura ni separación dado que ambos esposos se dan permiso para santificar su vida en el Templo de Dios, durante un tiempo, con ese servicio especial a la Reina del Cielo.

Por entonces, los sembradores de discordia le cuentan rumores y mentideros al esposo de que ella no se saben lo que hace cuando cruza al otro lado del río. Él, que no da crédito a esos porque confía en su esposa, decide confundirels y la sigue, encontrando que se arrodilla largo tiempo a rezar, que dando enevidencia su difamadores. Posteriormente vuelven a la vida matrimonial con mayor Santidad de vida. Cuando muere su esposo, retorna ala ermita hasta su encuentro con Isidro en la Casa del Padre.