El hombre que con su muerte convirtió al Rey de Inglaterra

Santoral del día 29 de diciembre, Santo Tomás Becket

Jesús Luis Sacristán

Madrid - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

En estas fechas navideñas se nos invita a poner los ojos en el Niño Jesús, Príncipe de la Paz. En otro tiempo dirá que Él no vino a traer paz, sino división. Y no precisamente Él, sino todo por su causa. La esperanza que ofrece se convierte en desesperación por los pecados de los hombres. Y esa paz que cantan los Ángeles en torno al anuncio a los pastores se convierte en temores de guerra, división o muchas veces asesinatos que son, en el fondo, un martirio. Así le sucedió al Santo de este día, que es Santo Tomás Becket.

Su nacimiento se sitúa en Londres. Su padre es un funcionario oficial. Por ello Tomás debe tener un sitio donde reciba una educación personalizada porque es lógico que su padre no pueda dedicarse a ello. Mucha fama tiene el Convento de Merton, lo que actualmente tiene parte en el colegio vinculado a la Universidad de Óxford. Su estancia allí no cae en saco roto y grandes virtudes le adornarán.

A los 24 años el Arzobispo de Canterbury reparó en las cualidades del joven al que ordena diácono, le toma a su servicio y le encarga una misión en Roma. Esa misión desemboca en una toma de relaciones amistosas entre el Papa Eugenio III y el Rey inglés Enrique II. No serán las cosas fáciles porque el Rey otorga un cargo a Tomás y apoya su nombramiento como arzobispo.

Tomás acepta con humildad por obediencia, porque trató por todos los medios de que no le eligiesen. Pero al final le animan y acepta. Todo transcurre bien hasta que algunas personas caen en aquellos pecados que denuncia tantas veces en la actualidad el Papa Francisco. Empiezan a rumorear errores y chismes del arzobispo que corren de boca en boca. 

Calumnia que algo queda, el rey deja de verle como amigo y le advierte primero como un tipo peligroso y luego un estorbo. Varios secuaces del rey asesinan a Tomás en la Octava de Navidad del 29 de diciembre. Roma excomulga al rey, pero éste persuadido de su pecado hace penitencia sincera y termina en paz como miembro de la Iglesia. Sin duda su sangre convierte al rey.   

Temas relacionados