La Asunción de la Virgen
El Señor asciende a los Cielos porque como es Dios, sube con su propio poder, mientras que en la Asunción la Virgen es subida por Cristo, porque Ella no tiene poder divino
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Existen días que aluden a las celebraciones más sublimes para los cristianos. El ejemplo lo tenemos hoy, Domingo XX del Tiempo Ordinario, en que celebramos la Asunción de la Virgen María a los Cielos. Una Solemnidad que alude a la Resurrección del Señor porque como dice San Pablo primero Cristo en esa victoria, y seguidamente los demás. Por eso le sigue María su Madre Inmaculada que, como recuerda el Prefacio del día en la Misa Dios no quiso que conociera la corrupción del sepulcro.
Fue el Papa Pío XII quien proclamó de Fe Divina y Revelada el año 1950 que “la Bienaventurada Virgen María, terminado el curso de su vida terrestre fue asunta a los Cielos”. La diferencia entre Ascensión y Asunción es que Ascensión es subir a los Cielos por el propio Poder mientras que en cuanto a la Asunción eres llevado. El Señor asciende a los Cielos porque como es Dios, sube con su propio poder, mientras que en la Asunción la Virgen es subida por Cristo, porque Ella no tiene poder divino.
Sobre el origen de esta celebración existen escritos atribuidos a los Padres y Escritores de la Iglesia donde avalan el tránsito de la Virgen. El Papa Benedicto XIV sostiene esta verdad y considera una impiedad negarla, aunque no estuviese definida. Es San Juvenal, obispo de Jerusalén quien, en el Concilio de Calcedonia, el año 451 cuenta cómo existe una tradición que menciona a Santo Tomás, el Apóstol incrédulo que no estaba cuando la Virgen tiene ese tránsito que la tienen porque ha muerto el resto de los Apóstoles y así la entierran.
Cuando llega este Apóstol pide verla y los demás le echan en cara lo que pasó en el Cenáculo cuando no dio crédito a que había Resucitado el Maestro. Pero ante su insistencia van y al abrir la tumba ya no hay nada. Tomás interviene diciendo que él no lo había hecho sino porque al regrear había visto en el horizonte a la Virgen subir a los Cielos llevada por espíritus angelicales y celestiales. La Escritura en el Apocalipsis menciona a la Mujer coronada con doce estrellas, contra la que no puede el dragón. Es el preludio de la Victoria definitiva que todos tendremos por lo méritos de Cristo.