San Virgilio

Uno de los momentos más emblemáticos en el itinerario del Señor es el comienzo de su Vida Pública impregando de oración y ayuno durante cuarenta días en el desierto para combatir cuerpo a cuerpo con el demonio y vencerle. De esta forma nos enseña a sofocar la fuerza del pecado como lo aprendió en su vida San Virgilio de Arlés que hoy conmemoramos. No existen datos concretos sobre la fecha y el año de su nacimiento.

Los datos nos vienen más adelante, en el siglo VIII. Sí se conoce que nació en Gascuña, al suroeste de Francia. Su formación la hizo en el Monasterio de San Honorato del que sería abad, en la zona de Cannes. Cuenta la tradición que un día se encontraba rezando cerca del mar y vio un barco. En cuanto le avistaron salieron un grupo de marineros a saludarle y le llamaron por su nombre. Entonces le ofrecieron subir al barco para ir a tierra de judíos donde era preciso confirmarles en la Fe cristiana.

Le comentaron que de esa forma su fama crecería. Pero él rechazó eso como una tentación recordándoles que el demonio se había ido expulsado de San Honorato y que ellos no tenían ningún poder. Ante esta firmeza en el Señor de Virgilio, desapareció la visión, tanto el barco como aquellos marineros. Posteriormente fue Obispo de Arlés durante una treintena de años siendo un Pastor de oración y preocupado por la situación espiritual y humana de las almas.

San Gregorio Magno tuvo gran aprecio por la labor y ministerio epsicopal que le nombró su Vicario por todo el territorio francés. Entre sus frutos pastorales está la consagración de Agustín como obispo de Canterbury. Su celo le hizo ser demasiado intransigente con los judios de su Diócesis por lo que San Gregorio el animó a orar y ser dulce como pide el Evangelio desde la caridad. San Virgilio muere en su propia Diócesis.