Santa Irene
Sintiéndose testigo de la Buena Nueva, comenzó por enseñarla a sus propios padres para convencerles de que se convirtieran al cristianismo
Publicado el
1 min lectura
La Pascua de Resurrección cala en el corazón de muchos que se unen a los Primeros Cristianos para difundir la Buena Nueva del Evangelio por todo el mundo. Hoy celebramos a Santa Irene, fiel difusora del Mensaje de Cristo hasta casi dar la vida como mártir, aunque Dios tenía otros planes. De origen eslavo, vivió a mediados del siglo I.
Hija del gobernante Licinio en Magedón, Provincia de Macedonia, desde su juventud, creyó en Cristo. Ella bien podría decir con San Pablo: “Todo lo estimo pérdida en comparación con el Evangelio”, al comprobar la vanidad caduca del paganismo existente. Sintiéndose testigo de la Buena Nueva, comenzó por enseñarla a sus propios padres para convencerles de que se convirtieran al cristianismo.
El santoral de hoy, miércoles 5 de mayo
Sin embargo su padre, que había empezado a escucharla con benevolencia, se irritó al llegar el momento de la verdad y ver cómo su hija se negaba a adorar a los ídolos, que eran la base de su religiosidad. El progenitor pensó que no tenía más remedio que ajusticiarla. Esto hizo que Irene fuese arrojada a unos caballos salvajes que no le hicieron nada, pero mataron al padre, quien resucitó después de las oraciones de su hija, convirtiéndose con muchos súbditos.
Posteriormente se encargó de difundir la semilla del Reino entre los macedonios, lo que le propició nuevos sufrimientos. A pesar de todo, salió nuevamente ilesa, consiguiendo más conversiones, incluida la del gobernante de la capital. En su perseverancia se sintió más llena del Amor de Dios. Prueba de ello, es que al acercarse el final de su vida, pidió se encerrada en una gruta, donde cuando volvieron a los cuatro días, no hallaron nada, entendiendo que ya había sido llevada al Cielo.