Mons. Vincenzo Paglia defiende que el futuro de la sociedad pasa "por la alianza entre los jóvenes y mayores"

El presidente del Pontificio Consejo para la Familia ha remarcado en TRECE que "frente a los ancianos que morían en la pandemia era necesario salir y salvarlos"

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El programa de TRECE en salida, Crónica de Roma, ha contado esta noche con la participación del presidente de la Pontificia Academia para la Vida, Mons. Vincenzo Paglia para hablar sobre la Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores. Instituida por el Papa Francisco, se celebrará cada año el cuarto domingo de julio, fecha cercana a la fiesta de San Joaquín y de Santa Ana, los “abuelos” de Jesús.

Monseñor Paglia ha señalado en el programa presentado por Irene Pozo en esta madrugada la necesidad de volver a poner en el centro de la sociedad a los ancianos después de un año de pandemia, en el que se han visto tan afectados: “Es indispensable que todos tomemos conciencia del cuidado que hay que hacer de nuestros mayores. En esta pandemia hemos visto que no solo no se sabía como mantenerlos, sino que eran descartados. Tenemos que parar a reflexionar y estar más atentos a ellos cuando pidan compañía y ayuda”.

En este sentido, ha condenado, al igual que lo ha hecho en numerosas ocasiones el papa Francisco, el hecho de “marginarlos” en la sociedad. Señala que “en esta cultura de mercado, donde parece que solo cuentan los que producen, son los primeros en ser descartados, junto con los niños y los discapacitados, y esto no se puede permitir”.

El cardenal ha apuntado que “el papa Francisco es consciente de esta tragedia y pide a todos los cristianos que se ocupen de ellos, pues son los que durante tantos años han contribuido a la sociedad”. Añade que “parece que les damos de lado con la soledad, con el abandono, incluso con la eliminación física”.

Sobre la relación entre los jóvenes y los ancianos, al que se ha referido en numerosas ocasiones el santo padre durante su pontificado, reconoce que la Pontificia Academia para la Vida que él mismo preside “ofrece un texto que invita a las iglesias a ocuparse de los mayores”. Por primera vez en la historia, señala, “conviven hoy cuatro generaciones: los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos, pero en estos últimos se piensa muy poco, y lo que habría que conseguir es que las generaciones se unieran porque ninguna generación puede vivir sin la unión entre una generación y otra”.

En este sentido, apunta “el papa ha sido uno de los pocos que con determinación ha dicho que las generaciones deben unirse, y parte de dos extremos: si unimos a abuelos y nietos también las generaciones comprenderán que es indispensable permanecer juntos. El futuro de la sociedad está en la alianza de los jóvenes con los ancianos, y es por eso por lo que sabiamente el Papa Francisco ha querido instituir para el 25 de julio una Jornada Mundial de los Abuelos, pero no simplemente para los ancianos, sino para los ancianos con los nietos”.

Monseñor Vincenzo Paglia hace autocrítica y reconoce que desde la propia Iglesia no se ha sabido estar al lado de los mayores. Para él “ha habido una falta de atención importante, y de hecho no hay ninguna pastoral de los ancianos, pero tenemos que ayudarles a comprender que son una fuerza increíble, una fuerza espiritual. Los ancianos con la oración gobiernan el mundo y favorecen la convivencia pacífica”. Además, apunta “con su debilidad, nos enseñan lo frágiles que somos. Lo hacen no con palabras, sino con la misma debilidad, pues nos dicen que es el tiempo de donarse a Dios, tiempo de prepararse al paso a la eternidad”.

El obispo italiano se ha mostrado muy orgulloso de que la Conferencia Episcopal Española haya creado una pastoral específica para los mayores. “Espero que tomen ejemplo otras conferencias episcopales del mundo, porque el tema de la vejez es uno de los grandes temas que está por venir”, ha insistido.

Por último, Monseñor Vincenzo Paglia se ha referido a su reciente nombramiento como presidente de una comisión para la reforma de la asistencia sociosanitaria de los ancianos en Italia. Reconoce que “me sorprendió la decisión del ministro de Salud, pero he guiado la comisión con entusiasmo porque de frente a los ancianos que morían era importante salir y salvarlos”. El obispo señala que después de meses de trabajo la comisión ha tenido sus frutos: “Hemos convencido al Gobierno de que, con recursos económicos entre otros, centre la asistencia de los ancianos en la asistencia domiciliar continuada. Los ancianos deben estar en sus casas, en sus países, y todos debemos cuidarlos. Es una revolución cultural, pero también espiritual. Todos debemos unirnos para honrar a nuestros mayores”.

LA ENTREVISTA ÍNTEGRA

P: Monseñor, parece que la pandemia ha evidenciado la necesidad de volver a poner en el centro de la sociedad a los ancianos, ¿no?

R: Ciertamente, el número tan grande de muertos, casi todos ancianos, no sólo nos inquieta y nos deja verdaderamente pensativos, sino que sobre todo nos empuja a considerar el motivo por el que todo esto ha ocurrido. El número enorme de muertos de la pandemia ha desvelado una contradicción radical en nuestra sociedad contemporánea. Una sociedad que por un lado es positiva porque tenemos una gran esperanza de vida, pero por otro lado es negativa, porque no sabe como mantenerlos, no sabe como llenarles de significado, sino que los descarta como ha ocurido durante la Covid. En este sentido es indispensable que todos tomemos conciencia de un cuidado mucho más atento y es más, radicalmente nuevo, de este nuevo pueblo de ancianos que forma parte de nuestras sociedades europeas. En este sentido hago un llamamiento para un nuevo pueblo de millones de ancianos que pide ayuda, pide que se piense en ellos, que se reflexione, pide compañía e inteligencia.

P: Y sin embargo también deberíamos preguntarnos… ¿por qué algunos se empeñan en descartarlos, en marginarlos?

El Papa Francisco en muchas ocasiones ha condenado la cultura del descarte. Los ancianos están entre los primeros en ser descartados, junto a los niños, en una cultura del mercado, en una cultura en la que cuenta aquello que produce, los ancianos, los discapacitados y los más pequeños que no producen son olvidados. El Papa Francisco es bien consciente de la tragedia de esta cultura y pide a todos, a partir de las iglesias, de nosotros los cristianos, ocuparse de estas personas que, pienso en los ancianos, han vivido tantos años, han contribuido enormemente a nuestra sociedad y nosotros, con una crueldad de verdad ciega, los descartamos, los damos de lado con la soledad o con el abandono e incluso con la eliminación física. Debemos preguntarnos con gran atención sobre el sentido mismo, por ejemplo de la eutanasia. ¿No es también esta la contradición de una sociedad que alarga la vida y después quiere acabar con ella con violencia?

P: El Papa también está muy preocupado por ello. Desde que iniciara su pontificado siempre ha hablado de ellos, de la relación entre jóvenes y ancianos, pero es verdad que desde que comenzara la pandemia él también les ha enviado constantes mensajes de apoyo y de consuelo, ¿verdad?

R: Absolutamente sí. Obedeciendo a esta preocupación del Papa, la Pontificia Academia para la Vida ha dado a conocer un documento sobre la vejez, sobre las personas ancianas, que ha sido traducido al español, por la BAC. Os lo hago ver... Ofrece un texto que invita a las iglesias y a la Iglesia a ocuparse de los ancianos. Por primera vez en la historia, conviven hoy cuatro generaciones. Los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos. Todavía hablamos de la tercera edad, pero la realidad es que es la cuarta edad. Y sobre esta cuarta edad se piensa poco, se reflexiona poco. Es como si viviÉsemos por primera vez en un edificio de cuatro plantas. Cada planta es una generación. Pero en este edificio no hay ni escaleras ni ascensor. El Papa Francisco subrayando el encuentro entre los pequeños y los ancianos quisiera poner escaleras y ascensor a este edificio, porque ninguna generación puede vivir sin la unión entre una generación y la otra. En este sentido, el Papa es de los pocos que con determinación, mirando a largo plazo, repite que las generaciones deben unirse. Y él parte de los dos extremos: si unimos abuelos y nietos también las otras generaciones comprenderán que es indispensable unirse las unas a las otras. Esta me parece una gran intuición que es propia de la tradición cristiana, que por desgracia la sociedad contemporánea está de algún modo olvidando o no comprendiendo hasta el fondo. Es una gran profecía. La Iglesia debe tener conciencia también de los propios atrasos. Pongo un ejemplo. A menudo se habla del futuro de la sociedad que está representado por los jóvenes. No, el futuro de la sociedad está presentado por la alianza de los jóvenes con los ancianos. También porque ahora los ancianos comienzan a ser un número relevante, a menudo con un porcentaje si no igual, incluso mayor respecto a los jóvenes. Y es por eso por lo que sabiamente el Papa Francisco ha querido instituir para el 25 de julio una Jornada de abuelos. Pero no simplemente de los ancianos, sino de los abuelos, de los ancianos con los nietos.

P: ¿Cree que la misma Iglesia debe hacer autocrítica porque quizás no siempre ha sabido estar a su lado?

R: Abolutamente sí. Hay que tener en cuenta que habido un retraso en la Iglesia católica. Un atraso de atención a los ancianos. No existe una pastoral de los ancianos... Es la primera vez que un gran número de ancianos vive tanto tiempo de más, ¿para hacer el qué? Hay una espiritualidad de estos años que se acercan a la eternidad. Todo esto está por crear. Por desgracia, muchas veces con desprecio se dice por ejemplo "a mi iglesia vienen solo ancianos". ¡Por fortuna! El problema es que no se comprende el dolor profundo de la fe de los ancianos. Quiero recordar que en los decenios de la tragedia del ateísmo en la Unión Soviética fueron los ancianos quienes salvaron la fe de las poblaciones en el imperio soviético. Hoy tenemos una riqueza enorme. Tenemos que ayudar a nuestros ancianos a comprender que son una fuerza increíble, una fuerza espiritual. Por lo menos desde dos perspectivas que quisiera subrayar: La primera me lo ha revelado una mujer anciana de la Comunidad de Sant'Egidio. Recuerdo que una vez me dijo: Don Vincenzo, entiendo por qué estoy viviendo muchos años. No tengo casi cosas que hacer. Tengo mucho tiempo libre. Pero he entendido que el Señor me ha dado todo este tiempo para porder rezar más. Y yo quiero rezar por los enfermos, por la paz, por la Iglesia, por nuestra comunidad... Espléndida iniciativa. Los ancianos con la oración gobiernan el mundo y favorecen la convivencia pacífica. Segundo punto: la debilidad. Nosotros, los ancianos, nos iremos debilitando. Y mientras el mundo descarta, los ancianos con la debilidad nos recuerdan a todos una debilidad innata. Todos necesitamos ayuda. Somos todos frágiles, y los ancianos nos lo revelan, no con palabras, sino con su misma debilidad nos dicen que es el tiempo de donarse a Dios, tiempo de prepararse al paso a la eternidad. Son valores enormes que el gran pueblo de ancianos en este caso, sobre todo los más débiles, nos enseñan a todos nosotros. Existe un magisterio enorme de la fragilidad y de la debilidad que los ancianos nos predican con su enfermedad. Es una lección que tenemos que aprender, y rápido. Por eso estoy contento de que la Conferencia Episcopal Española cree una pastoral específica, y deseo que sirva de ejemplo para todas las conferencias episcopales del mundo, porque el tema de la vejez es uno de los tres grandes temas del tiempo que está por venir. En Italia somos el segundo país más anciano del mundo, después de Japón. Pero en Europa creo que todos los países están en la misma condición. Es de verdad urgente e iluminador que la Conferencia Episcopal Española ponga atención a este importante tema pastoral, social y humano.

P: En septiembre del año pasado usted fue nombrado por el gobierno italiano presidente de una comisión para la reforma de la asistencia sociosanitaria de los ancianos. ¿Cómo acogió este nombramiento? Porque a muchos les sorprendió que el propio gobierno nombrase a un obispo para ello… ¿Cómo van los trabajos de esa comisión?

R: Ante todo me sorprendió a mí, porque el ministro de salud, un hombre sabio, me dijo: mire, yo soy un hombre de izquierdas... es más, de la izquierda más a la izquierda del parlamento italiano. Y después de que yo le hablase de la urgencia de repensar por completo la reorganización de la asistencia a los ancianos él me dijo: mire monseñor, me ha convencido. Crearé la comisión pero con una condición: que la presida usted. Yo le dije: "mire, llevo alzacuellos, soy obispo...". Y me respondió: "no necesito tanto técnicos como de una determinada visión. Sé lo que usted hace con la Comunidad de Sant'Egidio y sobre todo lo que hace el Papa Francisco: un líder, un hombre que ha entendido el tema de los ancianos. Por eso quiero que usted guíe esta comisión". Después ha habido problemas ¿eh? Tanto de aquí como de allí... pero he guiado esta comisión con entusiasmo porque de frente a los ancianos que morían era importante salir y salvarlos. Porque lo que cuenta es ayudar a salvar a tantos ancianos que son descartados y abandonados. Debo decir que después de pocos meses esta comisión ha tenido frutos preciosísimos hasta ahora. El mayor fruto es el de haber convencido al gobierno italiano de que, con recursos económicos, entre otros, centre la asistencia de los ancianos en la asistencia domiciliar continuada. Los ancianos deben estar en sus casas, en sus países, en sus ambientes y todos debemos cuidarlos. Es una revolución cultural. Yo creo que también espiritual. Es el cuarto mandamiento: honrar al padre o a la madre también cuando pierden el sentido... está escrito en el primer testamento. Es una indicación clara e innata de una sociedad que sabe ser humana porque sabe honrar y conservar a sus ancianos. Ellos dan permiso a la sociedad de llegar hasta donde hemos llegado. En este sentido hay un diálogo sincero, claro, dialéctico, pero se necesita una alianza entre todos, de quien cree y no cree, de quien cree de un modo o de quien cree de otro, pero todos debemos unirnos para honrar a nuestros ancianos. Y creo que el trabajo de esta comisión podrá ofrecer un gran beneficio a Italia, pero estoy seguro de que podrá también ofrecer una pequeña contribución a toda Europa. Nuestra intención es la de presentar un nuevo e inédito documento de derechos de los ancianos y deberes de la sociedad. El gobierno italiano querría presentarlo a todos los gobiernos italianos, incluso a las Naciones Unidas. Es un buen servicio de una Iglesia en salida en el sentido de servir al bien de todos, en esta ocasión de todos los ancianos, sin excluir a ninguno, particularmente a los más frágiles y débiles.

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