Amaya, con tres hijas y en paro, obligada a mantener a su inquiokupa: "Mi niña de cinco años me pregunta por qué no entro en nuestra casa"

Esta madre de familia numerosa mantiene por obligación a una familia que no es la suya, mientras sus tres hijas y ella subsisten gracias a la ayuda de su madre. Como "gesto de desesperación" pide limosna frente al ayuntamiento de Portugalete

Redacción TRECE

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Amaya, madre de familia numerosa y en paro, se ha visto obligada a tener que pedir limosna ocho horas al día frente al ayuntamiento de Portualete. Es la manera de denunciar su delicada situación. Alquiló su piso a una madre soltera con dificultades económicas y por eso mismo decidió dejarle el alquiler más barato. Un gesto que la inquilina no solo no ha agradecido, sino que hasta se ha aprovechado de él al dejar de pagar por completo la mensualidad. Ahora Amaya no puede afrontar los gastos y el subsidio por desempleo que recibe lo destina a pagar la hipoteca y los suministros de su inquiokupa que, por cierto, trabaja y tiene una hija que va a la universidad. Es decir, Amaya mantiene por obligación a una familia que no es la suya, mientras sus tres hijas y ella subsisten gracias a la ayuda de su madre. Una historia que TRECE ha conocido gracias a la Plataforma de Afectados por la Ocupación y que es el claro ejemplo de que las palabras de Sánchez no se cumplen al pie de la letra. No todos los propietarios son ricos y menos aún si hablamos de aquellos que sufren inquiokupación.

Amaya, obligada a mantener a su inuiokupa

Hoy Amaya ha comenzado a pedir limosna como “un gesto de desesperación” esperando que alguien le escuche y le dé una solución para poder recuperar su vivienda, un piso que ha comprado ahorrando, trabajando y renunciando a muchos de sus sueños: “Yo vivo en Extremadura y mi único piso está en Portugalete. Lo compré yo solita con 25 años, a base de trabajar honradamente como autónoma de hostelería y compré mi piso para no vivir en casa de mi madre, me dediqué a trabajar y estoy pagando hipoteca de 574 euros. Me he dedicado a ir ahorrando, a ir quitando de la hipoteca, empecé pagando casi mil euros”.

Hace nueve años, Amaya se trasladó de Portugalete a Extremadura por cuestiones personales y en ese momento tuvo que tomar una decisión, qué hacer con el piso que tanto le había costado : “Vendiendo el piso no sacaba ni para pagar la hipoteca. Me quedaba con deuda, entonces no me quedó otra que seguir alquilándolo”. Su última inquilina es una madre soltera que necesitaba ayuda y Amaya se la brindó: “Yo le pido de renta lo que pago de hipoteca. Yo no me quiero lucrar con ese piso porque quería sacarlo adelante. Ahora lo que quiero es vendérmelo, quitarme este disgusto de encima para mí y para mi familia. Yo le di ayuda porque yo tengo una niña de 17 años, cuando me dijo que era madre soltera, que necesitaba salir de donde estaba, pues la ayudé. Y no me arrepiento de ayudar, la verdad”. A pesar de que Amaya le dejó el alquiler a un precio muy bajo, la inquilina nunca llegó a pagar la totalidad de las mensualidades desde el principio y, desde hace ocho meses, vive gratis: “Ella decía que no podía, pero ella cuando entró sabía mi situación. Yo en Extremadura era mi mileurista y yo vivo al día y necesitaba pagar la hipoteca sí o sí. Ella me prometió que iba a cumplir”.

Amaya relata lo que conoce de la situación de su inquiokupa: “Ella está trabajando en un local de Portugalete, en un restaurante y está trabajando media jornada, supuestamente. Sé que está trabajando porque la he visto en su lugar de trabajo. La hija de esta señora va a la universidad. Yo no pude ir a la universidad. Yo por comprar ese piso y no estar en casa de mi madre me puse a trabajar, pero yo no pude estudiar en la universidad. Yo tengo un grado superior, pero no tengo un título universitario que me encantaría, me encantaría, la verdad. Es un sueño que me falta todavía por cumplir.

"Nadie me tiene por qué mantener a mí, ni yo por qué mantener a nadie"

Amaya, con tres hijas a su cargo, cobra el paro de 907 euros, 700 los destina a pagar la hipoteca y el resto lo utiliza para pagar a su abogado. Si no fuera por la ayuda de su madre y la aportación que hace el padre de sus hijas, Amaya no podría sacar adelante a su familia: “Yo no quiero que me mantenga ni mi madre, ni mi pareja, ni mi hermano, porque es su vida y yo soy adulta como para sacarme mi vida adelante. Nadie me tiene por qué mantener a mí, ni yo por qué mantener a nadie. Esa no, yo creo que no es mi obligación”.

“Es que un mes aguantas, dos meses aguantas, pero ya son ocho, llega septiembre y tú no puedes comprarle un lápiz a tu hija y sin embargo esa señorita está estudiando en la universidad, pues ya me cansa mucho, la verdad”, confiesa. El día antes de viajar a Portugalete a solicitar ayuda y pedir limosna a modo de protesta, Amaya tuvo una conversación con su hija de cinco años: “Le digo, cariño, mami se tiene que ir a Bilbao a luchar por su casa, no va a estar unos días. Dice, mami, ¿por qué te tienes que ir? ¿Por qué no entras en casa que es tuya? Digo, pues hija, yo no puedo hacer eso porque voy a entrar en la cárcel. Y me dice la niña con cinco añitos, ¿y por qué no es ella la que entra, que no nos está pagando?”.

Después de dos desahucios paralizados, Amaya continúa con la batalla legal: “Han pedido mi vulnerabilidad. Yo tengo que demostrar que soy vulnerable. Sin embargo, todavía ella no ha demostrado que es vulnerable. Pero ya no se trata de lo que haga ella, se trata de lo que están haciendo. ¿Por qué nos obligan a las personas que hemos hecho las cosas bien, hemos trabajado honradamente, hemos pagado nuestros impuestos, por qué nos castigan así? Si yo no quiero mal para nadie, no quiero mal para esa chica. Ojalá le vaya bien a ella, a su hija, pero ¿por qué están haciendo esto con nosotros? ¿Por qué nos castigan cuando lo hemos hecho bien?”.