Ciudadanos era una idea muy mal ejecutada. Era una buena idea porque desde la Transición, durante la democracia, cada vez que los partidos políticos mayoritarios han necesitado una muleta para gobernar y han tirado de los nacionalistas. A la vista están las consecuencias que han tenido. Se han ido creciendo, hemos tenido problemas en País Vasco y Cataluña al contar con un partido de centro que pudiera bascular de un lado a otro para dar las mayorías y la estabilidad a los gobiernos. Era una buena idea.
Sin embargo, el daño reputacional que ha dado la marca, el giro brusco que Inés Arrimadas le ha dado en las últimas semanas va a ser difícil de superar. Ciudadanos ha perdido el Gobierno en Murcia, en Madrid y la única salvación política que parece tener a estas alturas es convertirse en la comunidad en la que ahora gobierna en solitario Isabel Díaz Ayuso, la llave del Gobierno. Es la única oportunidad política que le queda después de un debate en Murcia, propiciado por la moción de censura, en la que hemos oído de todo, menos bonito, a sus diputados.
Debate barriobajero, debate en el que se ha faltado el respeto a la clase política y a los ciudadanos que los votaron.