Vuelve a ver la Santa Misa de Domingo de Ramos oficiada por el Papa Francisco desde el Vaticano

TRECE ha retransmitido desde el Vaticano la Misa oficiada por el Santo Padre, y que ha estado marcada por la limitación de aforo como consecuencia de la pandemia

Redacción TRECE

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Ya puedes revivir la Santa Misa del Domingo de Ramos emitida por TRECE con el que se da inicio a una Semana Santa que, como ya sucedió en 2020, está marcada por las restricciones a las que obliga la evolución de la pandemia. Una Eucaristía que ha sido comentada por la directora de la Revista Ecclesia, Silvia Rozas, y el Director General de Publicaciones de la Conferencia Episcopal Española y director de la editorial EDICE, Manuel Fanjul.

El Papa Francisco ha presidido esta misa desde la Plaza de San Pedro del Vaticano, con el objetivo de acompañar a los fieles a celebrar la entrada de Jesús a Jerusalén. Durante su homilía, el Santo Padre ha animado a los fieles a mirar al Crucificado y dejarse sorprender por Jesús para así "volver a vivir". Y es que tal y como ha recordado el Pontífice, la grandeza de la vida no está en el tener o en afirmarse, sino en descubrirse amados por Dios.

En este día “pidamos la gracia del estupor”. Fue la exhortación del Papa Francisco en su homilía en la Misa de la Conmemoración del ingreso del Señor Jesús a Jerusalén, en este Domingo de Ramos de 2021. La liturgia, comenzó diciendo el el sucesor de San Pedro, “suscita cada año en nosotros un sentimiento de asombro”, pues “pasamos de la alegría que supone acoger a Jesús que entra en Jerusalén, al dolor de verlo condenado a muerte”. Se trata de un sentimiento “que nos acompañará toda la Semana Santa”.

El Pontífice recuerda que el Señor se humilló por nosotros, “para tocar lo más íntimo de nuestra realidad humana, para experimentar toda nuestra existencia, todo nuestro mal”, explicó Francisco. Subió a la cruz para descender a nuestro sufrimiento, probando nuestros peores estados de ánimo: el fracaso, el rechazo de todos, la traición de quien le quiere e, incluso, el abandono de Dios. Experimentando en su propia carne nuestras contradicciones más dolorosas las redimió y las transformó:

Su amor se acerca a nuestra fragilidad, llega hasta donde nosotros sentimos más vergüenza. Y ahora sabemos que no estamos solos. Dios está con nosotros en cada herida, en cada miedo. Ningún mal, ningún pecado tiene la última palabra. Dios vence, pero la palma de la victoria pasa por el madero de la cruz. Por eso las palmas y la cruz están juntas.