"La decisión de Ayuso no es demasiado diferente a la que tomó en su día Pedro Sánchez con Milei"

El Gobierno ha reaccionado con dureza a esa decisión de la presidenta de la Comunidad de Madrid de no acudir el viernes a la reunión a la que Sánchez la había convocado en la Moncloa. El argumento de la presidencia del Gobierno es que con ese plantón Ayuso se convierte, dicen en la Moncloa, en lo peor, en lo peor de la política.

Es verdad que una de las razones que alega la presidenta de la Comunidad de Madrid, para no acudir a esa llamada del presidente del Gobierno, es que solo unas horas antes de cursar esa invitación para la reunión en la Moncloa, el propio presidente Sánchez estaba llamando corrupta, otra vez, desde la tribuna del Congreso de los Diputados, a Isabel Díaz Ayuso. Así lo hacía: “En el Partido Socialista Obrero Español, quien hace la paga y en el suyo, señoría, cuando se denuncia un caso de corrupción, se le echa a la calle y se ensalza a aquellos que tapan la corrupción, como fue su caso con el señor Casado y la corrupción de la señora Ayuso. Porque de la A de Ayuso a la Z de Zaplana tienen un caso de corrupción para cada letra del abecedario”.

Ayuso no tiene ninguna causa abierta asociada a un delito de corrupción y el presidente Sánchez, evidentemente, lo sabe. Sin embargo, la decisión que ha tomado la presidenta de la Comunidad de Madrid en el fondo no es demasiado diferente de la que en su día tomó el propio presidente del Gobierno. Recordarán que el presidente argentino, Milei, en aquella trifulca diplomática originada por el ministro Óscar Puente que le acusó al argentino de tomar drogas, el presidente argentino acabó llamando corrupta a la esposa del presidente Sánchez. Lo recordamos: "Qué calaña de gente atornillada al poder. Aun cuando tenga la mujer corrupta, se ensucia y se toma cinco días para pensarlo"

Tras aquellas palabras, el Gobierno decidió retirar incluso de manera definitiva a nuestra embajadora en Argentina como respuesta a aquella acusación. Entonces, ahora también debemos entender que aquello fue otra muestra, como han dicho en la Moncloa, de lo peor de la política.

Por cierto, mencionábamos al ministro Puente, Óscar Puente, como el origen de aquella trifulca diplomática con Argentina. Es el mismo ministro que, con la delicadeza que le caracteriza, al mismo tiempo que más de 27.000 personas se veían afectadas por el caos ferroviario de este fin de semana, se despachaba diciendo que él no es quien tiene que sacar el tren del túnel como respuesta a la pregunta de si no hubiera sido preferible, deseable, que el ministro se hubiera puesto al frente de la gestión de esa crisis ferroviaria.

En realidad nadie le había pedido que se pusiera el mono de trabajo y bajara al túnel a arrastrar con sus propias manos el tren que se había quedado encajado allí, aunque posiblemente a alguno de los 27.000 afectados esa imagen sí le pasara por la imaginación. Pero a falta de soluciones, que ya parece claro que no acaban de encontrarlas, al menos se le podría pedir al ministro cierta coherencia. Porque el hoy ministro, que se pregunta con cierta suficiencia que qué necesidad hay de que él esté en Madrid gestionando el caos ferroviario, era quien criticaba a los responsables del Ministerio del Interior, por ejemplo, con mensajes como este, porque no estaban en su despacho cuando una fuerte nevada llegó a cortar la AP6 durante varias horas en 2018. Se preguntaba si ese tipo de crisis se gestiona mejor “desde el palco del Sánchez Pizjuán”. Y la pregunta es, ¿por qué lo que saben tan bien en la oposición se les olvida de inmediato cuando llegan al Gobierno?