La batalla de Lepanto: un choque entre dos mundos que configuró el destino de Europa
¿Cómo sería el mundo si la Liga Santa hubiera sucumbido contra el imperio otomano de Selim II? El 7 de octubre se cumplen 450 años de la batalla de Lepanto
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“La más alta ocasión que vieron los siglos”, como la describió Miguel de Cervantes. Una de las batallas más sangrientas de la historia. El próximo 7 de octubre se cumplirán 450 años de la batalla de Lepanto, un enfrentamiento naval sobre el que historiadores y analistas coinciden en señalar su peso trascendental en la configuración geopolítica del continente europeo al acabar con el avance del imperio otomano de Selim II por el Mediterráneo occidental.
Durante el siglo XVI los otomanos habían conquistado los territorios que formaron en el pasado parte del Imperio bizantino. Su dominio en el este de Europa era incontestable. La chispa que desencadenó las tensiones definitivas entre los dos mundos saltó tras la toma en 1570 de la isla de Chipre, con un gran peso simbólico y estratégico para los llamados Estados Cruzados.
Desde allí, la expansión sería imparable: la República de Venecia, Roma, España, Portugal. La puerta de Europa estaría rendida en pocos meses. Ante este escenario, la reacción del papa Pío V fue la de erigir una coalición militar histórica, la llamada Liga Santa, integrada por el Imperio español de Felipe II, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya. Todos ellos bajo el mando de don Juan de Austria, hijo natural de Carlos V, pues fue España la encargada de sufragar la mitad de los costes de la alianza.
A tal movimiento diplomático, de una lucidez descomunal, Francia e Inglaterra no se sumaron. Su objetivo era otro: esperar una derrota española para consolidar sus posiciones en el continente.
Una guerra en la que no se hacen prisioneros
Al amanecer del 7 de octubre de 1571 las dos flotas estaban frente a frente, aunque todavía pasarían unas horas hasta el momento del choque decisivo. Los otomanos, primeros en iniciar las hostilidades, lanzaron sus primeros disparos de artillería con escasos resultados. Por su parte, los cañones de las galeazas tuvieron mayor fortuna y arrasaron con las cubiertas de los buques próximos, además de enviar a pique a varias galeras turcas.
Mientras las distancias se seguían acortando, la tensión entre las dos armadas podría convertirse en un factor desequilibrador si llegaba a influir en una decisión poco ortodoxa. Cuando se produce el choque definitivo, muchos de los espolones de las galeras de La Liga consiguen hundirse con violencia en los costados del enemigo, destrozando los remos y las cubiertas. Ya en el cuerpo a cuerpo, ambos bandos cruzaron fuego de arcabuz y de pistolas, flechazos, lanzadas y hasta fuego griego, la famosa bomba incendiaria inventada por los bizantinos.
Más de 200 barcos hundidos, 12 mil galeotes cristianos liberados, entre los que hay numerosas mujeres, miles de heridos y unos 46 mil combatientes muertos, principalmente turcos. Este fue el balance después de la batalla en la que se enfrentaron casi 500 galeras y unos 160 mil hombres, y en la que el ‘arma secreta’ de la Liga Santa fue la habilidad de los Tercios para usar sus picas a la hora de abordar las galeras enemigas.