Rocío Jurado cumpliría 77 años: la tragedia que marcó su infancia y el motivo de su guerra con Concha Piquer
La Más Grande nos dejó un 1 de junio de hace 15 años al no poder superar un cáncer de páncreas
Madrid - Publicado el - Actualizado
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"Tú eres el sueño del alba, la sábana de la aurora, desnuda a la madrugada./ Canta, Rocío del mar, Rocío primero de la mañana./ Ansias de los lentos barcos, viento que llega y no pasa./ Canta, quédate en el sueño, quédate para siempre y no te vayas.../Rocío del mar de Cádiz, faro que nunca se apaga./ Canta siempre, amor Rocío.../Canta... Canta... Canta.... Canta..."
Este poema, que Rafael Alberti dedicó a Rocío Jurado, se puede leer a los pies de la tumba de la Chipionera. El poeta, que era amigo de la cantante, pedía con sus versos, que la Más Grande no dejara nunca de hacer lo que mejor sabía y más le gustaba: cantar.
Tan importante era la canción en su vida y poder cantar que Rocío confesaba al Loco de la Colina, en la última entrevista que concedió antes de fallecer el 1 de junio de 2006 que "por amor" podría haber dejado de actuar, pero aunque hubiera sido en casa y para ella sola, nunca dejaría de cantar, como no lo hizo durante las sesiones de quimioterapia cuando se encontraba en Houston recibiendo tratamiento contra el cáncer de páncreas que no pudo superar.
Antes de seguir les tengo que aclarar que si lo que esperan encontrar en esta noticia reportada es sí Rocío Carrasco Mohedano (la hija mayor de de la Jurado), ha hecho bien o mal en contar su verdad sobre la relación con sus hijos y su exmarido Antonio David Flores, dejen de leer aquí. La pretensión de estas líneas no es contarles los jaleos y líos en los que se han metido sus hijos, su segundo marido, José Ortega Cano, y sus hermanos y sobrinos, una familia que se mantuvo unida mientras Rocío estaba viva. El objetivo es recordar que si María del Rocío Trinidad Mohedano Jurado siguiera entre nosotros, este sábado 18 de septiembre, habría cumplido 77 años .
El punto de partida
Rocío era hija de un zapatero, Fernando Mohedano, "que cantaba como los ángeles" (decía la propia Rocío de su padre) y de una ama de casa, Rosario Jurado, que le enseñó a amar la copla.
La primera vez que se enfrentó a la valoración del público fue con tan solo ocho años, en su colegio con "Nos conocimos de niños". Pero antes de dedicarse en cuerpo y alma a cantar copla y música española, se tuvo que enfrentar a la repentina muerte de su padre. Con tan solo 15 años trabajó de recolectora de fruta, de zapatera, de costurera para ayudar a su madre a sacar adelante a sus dos hermanos pequeños -Gloria y Amador-. A la vez cantaba en festivales, en misas y se presentaba a concursos, como con el que ganó 200 pesetas, de Radio Sevilla.
Antes de ser mayor de edad, dejó Chipiona para viajar con su madre a Madrid. Quería cumplir un sueño, triunfar con su voz. En la capital conoció a la Niña de los Peines -una de las cantaoras más importantes de la historia del flamenco- y a Pastora Imperio, figura del baile flamenco que regentaba junto a Gitanillo de Triana, el tablao El Duende para el que la contrató, como también hizo, años después para su tablao Los Canasteros, Manolo Caracol.
Poco a poco fue ganando fama. En 1966, fue nombrada "Andaluza más popular del año" y un año más tarde, "Lady España" distinción que otorgaba una de las revistas del corazón de la época 'Ama'. 1968 sería un año muy importante para Rocío: puso en marcha su primer espectáculo "Rosa y aire" con el que recorrió distintas provincias y actuó por primera vez en el Madison Square Garden de Nueva York, escenario al que volvería en muchas ocasiones más a lo largo de su carrera y siempre cosechando éxitos.
Con los años, grandes compositores como Manuel Alejandro, José Luis Armenteros, Augusto Algueró, Paco Cepero, Felipe Campuzano, Francisco García Tejero, Juan Pardo o José Luis Perales escribieron canciones pensadas por y para que las cantara Rocío que nunca perdió el rumbo que la marcó su madre, "me decía cantas bien, pero no te lo creas que como tú nace cada momento uno".
La más grande frente a la más larga
A lo largo de su carrera, Rocío hizo gran amistad con compañeros de profesión como Lola Flores o Raphael, con los que compartió muchas veces escenario.
Pero también tuvo alguna que otra enemistad sonada como la que mantuvo con otra grande de la copla, doña Concha Piquer. Enemistad que ambas alimentaban. Todo empezó cuando una joven Rocío Jurado acudió a casa de la que ya era todo un mito, Concha Piquer (que ya se había bajado de los escenarios), por la que sentía una admiración ciega. La de Chipiona entró con un ídolo y salió con la admiración por la valenciana por los suelos.
Pasaron años hasta que una de ellas se manifestó sobre aquel encuentro. Fue en el programa sobre copla 'Cantares', que presentaba Lauren Postigo, cuando Rocío Jurado se destacó con esta frase: "Yo sé que soy más larga que Concha Piquer". En respuesta a tal afirmación, doña Concha siguió con su costumbre de no hacer aprecio, pero su hija Concha Márquez Piquer sí respondió a la Jurado: "Ella se refería seguramente a que calza más pie, porque Rocío calza un 41".
En el programa de TVE, 'Lazos de Sangre' sobre Concha Piquer, su presentador, Boris Izaguirre (gran amigo de Rocío Carrasco, hija de Rocío Jurado), reveló el motivo de esa enemistad entre ambas artistas. Sí, todo viene de aquella visita de la Jurado con su madre al domicilio de Concha Piquer en el que la gaditana le pidió ayuda para conseguir triunfar y vivir, ya que madre e hija malvivían en Madrid.
Dos maridos, tres hijos
El 21 de mayo de 1976, Rocío se casaba con el boxeador Pedro Carrasco en el Santuario de la Virgen de Regla en la que fue una ceremonia multitudinaria. Lo de Rocío y Pedro fue todo un flechazo. Se conocieron en la plaza de toros de Las Ventas durante una corrida benéfica que no disfrutaron mucho porque no se podían quitar la vista de encima el uno del otro. Por entonces, Rocío era ya una cantante de éxito no solo en España, también en Europa y América y Pedro Carrasco era toda una figura del cuadrilátero.
Cuando aún no llevaban casado ni un año, nació la única hija de la pareja, Rociito, que vió como el amor entre sus padres se terminaba cuando a penas tenía 12 años. En 1995, Rocío Jurado vuelve a pasar por el altar, esta vez para dar el sí quiero al torero José Ortega Cano. Esta segunda boda, al igual que la primera, fue multitudinaria e incluso se vio por televisión. 2.000 invitados estuvieron presentes en la finca La Yerbabuena.
Va por usted, mi pasodoble/ Va por usted, torero/ Va por usted, mi pasodoble/ Que es un clavel, que es un, 'Te quiero'. "Va por usted" es un pasodoble que dedicó a Ortega Cano con el que adoptó a dos hermanos colombianos, Gloria Camila y José Fernando, de 3 y 6 años.
Para Rocío, José Ortega Cano, no solo fue un amor maduro sino, además, un gran amigo como reconocía en su última entrevista en televisión, meses antes de su fallecimiento.
"La rutina y el exceso de confianza rompen el amor" decía en esa entrevista con el Loco de la Colina, algo que no ocurría entre ella y José, al que agradecía todo su esfuerzo por estar a su lado en la enfermedad.
"¿Para qué he estado en esta vida?"
Esta pregunta le empezó a martillear en la cabeza a Rocío Jurado desde que le comunicaron que tenía que luchar contra el cáncer, contra un cáncer de páncreas que tenía difícil cura. El 30 de julio de 2004 ingresaba en la clínica Montepríncipe de Madrid, tres días más tarde la operaban durante nueve horas. Dos años estuvo la Jurado batallando contra el cáncer. Lo intentó todo como seguir el tratamiento en el prestigioso hospital oncológico MD Anderson de Houston (Texas), pero no dio resultado. Y eso que lucho lo indecible, "cuando me vaya no será porque no haya peleado".
Consciente de lo que le estaba pasando, la cantante empezó a preguntarse, "¿para qué he estado en esta vida, habré hecho lo correcto?", le confesó a Jesús Quintero en esa última entrevista. Su deseo era haber acertado con los suyos, con José, con Rocío, con los pequeños, con sus hermanos, con sus sobrinos.
Si leemos la crónica rosa de los últimos tres meses, desde que Rocío Carrasco Mohedano decidió "Contar la verdad para seguir viva", a quien escribe esta crónica le queda claro -no sé si a usted lector le pasará lo mismo-, que los Mohedano eran de esas familias matriarcales unidas sin ninguna fisura mientras la matriarca estaba viva y era el planeta sobre el que orbitaban el resto. Un castillo de naipes que se desmoronó al desaparecer Rocío. No estaban tan unidos, había muchos intereses creados y rencores guardados de unos contra otros.
Pero como les dije al principio, este artículo no va de los otros, va de la Más Grande que, enferma, admitía que el dolor "me ha enseñado a hermanarme con la gente que sufre" y a la que la fama -que había buscado de joven-, había decepcionado, precisamente, por la exposición de su vida privada, "no se puede sobrellevar el tener toda la vida en un escaparate", el no poder comer ni una bolsa de pipas bajo los árboles en un paseo de su amada Chipiona o "ir al centro comercial a comprar una batita para mi niña".
Sin embargo, como de bien nacidos es ser agradecios, la Jurado decía que gracias a la fama "he podido hacer muchas cosas".