CANTABRIA AUDITORIO (Crónica)
El "teatro griego" de Oiza cumple 30 años haciendo público en Santander
El Palacio de Festivales de Cantabria abrió sus puertas en 1991 entre la marejada política y la contestación ciudadana. "Teatro griego de la modernidad", según su autor, Francisco Javier Sáenz de Oiza, y extravagancia arquitectónica para sus detractores, lleva 30 años haciendo público con una oferta cultural impensable en aquel tiempo.,Fue uno de los primeros auditorios del plan nacional que puso en marcha el Gobierno de Felipe González para descentralizar la
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Lola Camús
El Palacio de Festivales de Cantabria abrió sus puertas en 1991 entre la marejada política y la contestación ciudadana. "Teatro griego de la modernidad", según su autor, Francisco Javier Sáenz de Oiza, y extravagancia arquitectónica para sus detractores, lleva 30 años haciendo público con una oferta cultural impensable en aquel tiempo.
Fue uno de los primeros auditorios del plan nacional que puso en marcha el Gobierno de Felipe González para descentralizar la vida cultural en la España desvertebrada de los ochenta, y se convirtió además en la casa del Festival Internacional de Santander, que se celebraba todos los veranos desde 1952 al aire libre, en la Plaza Porticada.
Con la llegada al Gobierno regional de Juan Hormaechea, y su afán por hacer las cosas a lo grande, el proyecto creció y el Palacio terminó costando 7.000 millones de pesetas de la época. Pero lo inauguró el breve Ejecutivo de gestión de Jaime Blanco, un 29 de abril, con el estreno en España del "Joshua" de Haendel, interpretado por el King Consort.
"En teoría era un auditorio, una sala de conciertos, pero cuando Juan Hormaechea entró en el Gobierno decidió que no, que aquí había que tener opera, zarzuela, conciertos, teatro.. de todo, y ahí empezaron los famosos reformados del Palacio", explica a Efe Gema Agudo, responsable de prensa desde la inauguración y hoy directora general de Acción Cultural en el Ejecutivo cántabro. Entre otras modificaciones hubo que incluir "el peine", para meter la tramoya de los espectáculos.
Cuenta que el edificio fue muy criticado porque "quitaba las vistas de la bahía" y por su estética, que a algunos les recordaba "a un perro muerto y patas arriba", el símil que hizo más fortuna. "Fue muy rupturista", reconoce Agudo, quien recuerda que es el único teatro que proyectó Oiza, y no se dejó aconsejar porque tenía "unas ideas muy claras", ironiza.
El resultado fue que, entre otras carencias, faltaban oficinas, zonas de carga y descarga, y un foso para la ópera, que no se abrió hasta varios años después, con las temporadas líricas.
Y la gran escalinata de acceso frente a la bahía que ideó el arquitecto navarro con la intención de que el público "participara del acto escénico" se ha utilizado solo una vez, para una gala televisiva con las "Mama Ciccio".
Eso sí, apunta, la acústica de la Sala Argenta "es una de las mejores de España", como han reconocido críticos y expertos.
MEJOR UNA NOVENA
Gema Agudo formó parte del pequeño equipo que, encerrado catorce horas al día en unas oficinas de la calle Juan de la Cosa, logró que todo saliera bien en la noche inaugural, aunque cree que el público hubiera preferido algo "con más empaque", como la novena de Beethoven, que un oratorio barroco poco conocido de más de tres horas. De ese día recuerda, sobre todo, "un dolor de piernas horrible, de correr por los pasillos".
También estuvo entre los pioneros Javier Castellanos, que acaba de jubilarse después de 30 años en el equipo técnico del Palacio, y reivindica el trabajo "de los hombres de negro". "A la gente le interesa el resultado, no el trabajo previo.. Esa parte hay que valorarla también", defiende.
Si Gema Agudo asegura que el edificio no le disgusta, quizá porque se ha "acostumbrado", Javier Castellanos admite que desde el principió le encantó, le pareció "llamativo y especial", aunque se asustó cuando se topó con la cristalera del escenario de la Sala Argenta que diseñó Oiza para que entrara a raudales la luz natural. "¿Y aquí dónde se clavan las cosas?", se horrorizó.
Como a la escalinata, solo se la ha sacado partido una vez, en un espectáculo de danza de Nacho Duato. En el Palacio recuerdan una segunda pero sin público, cuando la reina Sofía acudió a un concierto seguido de fuegos artificiales y los vio desde el escenario.
Pasado el susto inicial, Castellanos ha podido constatar que el teatro cántabro tiene "unas instalaciones magnificas, un personal magnifico y se ha puesto a prueba a costa de las críticas". Y por sus salas, dice además, han pasado "todos los mejores artistas que uno se pueda imaginar".
DYLAN VS REDGRAVE
Tres décadas en los entresijos de las artes escénicas dan de sí y los dos tienen muchas anécdotas que contar, ya desde la misma noche inaugural, cuando Castellanos hizo que el King Consort se pusiera en pie en el escenario, porque estaba sonando el Himno de Cantabria y allí no se levantaba nadie, ni en el palco siquiera.
Ambos coinciden en que los artistas se van encantados con el ambiente familiar del Palacio de Festivales y también están de acuerdo en que las grandes estrellas "en el fondo son bastantes normales". Aunque, como en todo, hay excepciones.
Entre los "más especiales" recuerdan a Bob Dylan, a quien, según Gema Agudo, fue imposible verle el pelo y muchos menos acercarse, rodeado de su "cohorte", la zona de camerinos cerrada y las fotos prohibidas.
"Tenía setecientos tipos alrededor. Llegó, tocó y se fue", resume Castellanos, que también se acuerda de la visita de Woody Allen, que "era tan raro que salió del Palacio cargando con las maletas por no dar la mano a nadie". Y mucho antes de la pandemia.
A Gema Agudo le sorprendió gratamente Vanessa Redgrave, "supersencilla y encantadora". También Lizza Minelli, "que se fue de compras por la calle, y no la dejaban entrar en las tiendas porque iba como van los americanos, con el chándal, la gorra y la capucha".
Si Dylan no sabía ni dónde estaba tampoco parecía tenerlo claro Rocío Jurado, que respondió a las ovaciones del público después de interpretar el "Amor Brujo" y los grandes éxitos de su carrera con un "gracias Bilbao". Eso sí, de todo corazón.
UN ANTES Y UN DESPUÉS
Para Gema Agudo, el Palacio de Festivales ha significado "un antes y un después" en Cantabria, que pasó de tener un acontecimiento cultural esporádico, el Festival Internacional, a una programación todo el año.
"Nos ha puesto en el mapa de los auditorios y los teatros del país. Ha sido vital", dice, y recuerda que en estos treinta años ya han pasado por sus salas varias generaciones de niños que han visto espectáculos que ella ni soñó en ver de pequeña.
El Palacio celebrará su aniversario con una programación especial que se prolongará todo un año y será una mirada al pasado y al futuro, en el que el reto es seguir manteniendo al público fiel que se ha ganado en todo este tiempo y atraer a nuevos espectadores.
Habrá ópera y zarzuela, en un guiño a las añoradas temporadas líricas, desaparecidas hace ya tiempo, y se quiere recuperar el musical, aunque todo dependerá de cómo evolucione la pandemia, y con ella, los aforos.
También tendrán un protagonismo especial artistas ligados a la historia del Palacio, y los creadores de Cantabria, que tienen en él su casa.
Pero este aniversario será sobre todo el empujón para explorar nuevos espacios y posibilidades. "No podemos quedarnos anquilosados como ocurre en otras convocatorias...Hay que atreverse y probar sin miedo", sostiene.
El Palacio ya ha sido valiente durante la pandemia y de hecho, fue el primero en el mundo en programar un concierto después del confinamiento. "Salimos hasta en un periódico de Australia", apunta, feliz, Javier Castellanos, que recuerda que otros quisieron después apuntarse el tanto, aunque no coincidieran las fechas.
Castellanos ha tenido que despedirse del teatro donde ha pasado toda una vida después de una etapa "de mucho desgaste", de meses de "medir y volver a medir", y en medio de una crisis que ha dejado al sector "herido de muerte". Pero es optimista y está convencido de que, cuando la pandemia pase, todo volverá como "cuando abres una botella de champán". EFE
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