El problema del Partido Republicano no es Trump: son los ciudadanos

En siete de las últimas ocho elecciones, el Partido Demócrata se ha impuesto en el voto popular. Ningún candidato republicano desde 1988 ha sido tan apoyado como Joe Biden ahora

El problema del Partido Republicano no es Trump: son los ciudadanos

Millán Cámara

Publicado el - Actualizado

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Donald Trump está cada vez más cerca de tener que desprenderse de la presidencia de los Estados Unidos. Con la perspectiva de que el resultado de las elecciones de 2016 se repita a la inversa (por lo ajustado del asunto), el hasta ahora inquilino de la Casa Blanca no para de buscar culpables para su derrota: desde que quedó claro que el triunfo en los comicios iba a estar en un puño, Trump ha aireado la hipótesis del fraude e incluso ha llegado a exigir que se detenga el recuento de los votos.

Sin embargo, su problema, y por ende el del Partido Republicano, no es la estructura misma de las elecciones presidenciales estadounidenses. Tampoco Trump es un lobo para Trump, parafraseando a Thomas Hobbes. No, el auténtico drama para los republicanos viene dado por los protagonistas fundamentales de toda democracia que se precie: los ciudadanos.

Al final, el voto que cuenta en la tierra de las oportunidades es el que llega de los electores del Colegio Electoral. Es decir, gana quien más estados se lleva, no quien más votos consigue. Aun así, el voto popular condiciona el número de electores de cada partido que salen elegidos. Y son esos designios del pueblo los que quizá deban plantear cierta reflexión en los dominios del elefante. Puesto que, de forma objetiva, la gente de a pie ha votado más al Partido Demócrata que al Partido Republicano en siete de las ocho últimas citas con las urnas.

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Ha ocurrido en este 2020, con Joe Biden convirtiéndose en el candidato más votado de la historia de su país, pero también en 2016, 2012, 2008, 2000, 1996 y 1992. Por tanto, Hillary Clinton (48.1% de apoyo), Barack Obama por partida doble (52.9% en 2008 y 51.1% en 2012), Al Gore (48.4%) y Bill Clinton también en dos ocasiones (43% en 1992 y 49.2% en 1996) contaron con un beneplácito de la ciudadanía del que no gozaron Trump (tampoco en 2016: 46.1%), Mitt Romney (47.2%), John McCain (45.7%), George W. Bush en 2000 (47.9%), Bob Dole (40.7%) y George H. W. Bush (37,4%).

La excepción a la regla de que los demócratas mandan en la calle se dio en 2004, cuando George W. Bush se impuso a John Kerry en el voto popular: 50,7% por 48,3%. Tanto él como su padre en 1988 (53,4% de los apoyos frente al 45,6% con el que contó Michael Dukakis) fueron los últimos candidatos republicanos, desde Ronald Reagan, que lo consiguieron.

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¿Qué pasó en 2000 y 2016? Que Bush primero y Trump después fueron presidentes sin que el voto popular estuviese de su lado. En el resto de las elecciones comentadas, el ganador del voto electoral y del popular coincidió. Así ocurrió con George Bush padre en el 88, cuando fue nada menos que el líder republicano más apoyado en 32 años: Biden va a ganar el voto popular por un margen mayor que el obtenido por cualquier oponente republicano desde el primer Bush presidente.

Otro dato que podría dar que pensar a los republicanos en lo que atañe al voto popular va todavía más lejos: Biden es el aspirante a la presidencia con mayor beneplácito ciudadano desde Franklin D. Roosevelt en 1932. 88 años en los cuales, a pesar de todo, ha habido siete presidentes demócratas (ocho si se concreta la victoria de 2020) y otros siete republicanos. En las filas demócratas, esos siete presidentes (que podrían ser ocho) supieron lo que era ganar el voto popular cuando se alzaron vencedores de las elecciones. En las republicanas, Bush hijo en 2000 y Trump en 2016 rompieron el 100% de efectividad.

Como la votación estadounidense es electoralista antes que populista, en el Partido Republicano no ha habido tantas lamentaciones durante todo este tiempo. Más allá de que, reza la estadística, sus candidatos llevan mucho tiempo sin gustar tanto como los que propone el adversario. ¿Qué pasaría si las elecciones funcionasen de otra manera en el país más importante del mundo? Que no convencer (más que el otro) sí sería una preocupación real y seria. Sobre todo, si eso, al primar el voto popular, fuese acompañado de (más) derrotas.

Herrera en COPE

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