Buitrago del Lozoya, refugio de una reina infiel y de una princesa nacida por inseminación artificial
Hoy, adentrarse entre sus muros es como dar un paso atrás en el tiempo, contemplar de cerca el poderío de la nobleza medieval
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“Esta es la famosa villa de Buitrago, pétrea reliquia de la España épica y fuerte, que alza a orillas del Lozoya la ruinosa senectud de sus muros. (…) Para lo poeta, sus piedras milenarias guardan fragancia de poesía, que no en balde fue su señor y dueño aquel viril y dulce marqués de Santillana”. Así describe Enrique de Mesa, poeta de la Generación del 98, Buitrago del Lozoya y a uno de sus señores más emblemáticos, el Marqués de Santillana.
Hoy, adentrarse entre sus muros es como dar un paso atrás en el tiempo, contemplar de cerca el poderío de la nobleza medieval y sentir el aliento creativo del Marqués de Santillana que encontraría aquí, en este fortificado cruce de caminos entre las dos Castillas, inspiración para sus serranillas, mientras se nos viene a la cabeza la más popular de todas.
“Moza tan fermosa
non ví en la frontera,
como una vaquera
de la Finojosa.
(…)
En un verde prado
de rosas e flores,
guardando ganado
con otros pastores,
la ví tan graciosa
que apenas creyera
que fuese vaquera
de la Finojosa”.
Entre esta muralla, conservada en su totalidad, pasearon siglos atrás reyes, reinas y princesas.
Su castillo, imponente, en cuyo patio de armas llegó a albergar una plaza de toros, guarda celosamente el secreto del embarazo de una reina infiel y de las tribulaciones de una princesa a la que las dudas sobre su paternidad biológica le impidieron ser reina.
Cuenta la historia que Enrique IV, llamado “El Impotente” y Juana de Portugal, estuvieron siete largos años sin tener descendencia hasta que, con la sabiduría de un médico judío y la ayuda de una cánula de oro, utilizadas para la que podría ser la primera inseminación artificial de la historia, la reina se quedó embarazada y nació la princesa Juana a la que apodaron “La Beltraneja” porque se rumoreaba en la Corte que era hija natural de Beltrán de la Cueva y no del rey.
Aunque los nobles llegaron a jurarle lealtad como heredera, al final, la mayoría de ellos, con el rey a la cabeza, terminaron decantándose por Isabel la Católica como definitiva heredera y sucesora.
A pesar del apoyo que recibió de una parte de la nobleza que la llegó a defender con las armas, Juana la Beltraneja, que pasó su niñez en Buitrago bajo la custodia del Conde de Tendilla hijo del Marqués de Santillana, fue despojada de todos sus derechos y murió exiliada en Portugal, aunque hasta el día de su muerte, ella, firmó como “Yo, la reina”.
En este castillo se refugió también la madre de La Beltraneja, embarazada de nuevo, pero de su ayudante de cámara y no del rey, para dar a luz a dos varones gemelos.
Las calles estrechas con casas blasonadas, la Torre del Reloj, la Iglesia de Santa María del Castillo, la muralla que podemos recorrer en un buen tramo con el río Lozoya a los pies… y un poco más alejada, en medio de una dehesa, lo que queda de “La Casa del Bosque”, el pabellón de caza en el que los Duques del Infantado compartían jornadas de cacería y festejos que duraban varios días con reyes y nobles…, todo en Buitrago de Lozoya, nos habla de un esplendor y grandeza pasados que se dan la mano con el modernismo más asombroso en un museo de Picasso que recoge 60 cuadros que el pintor le regaló a su peluquero y barbero.