Molina de Aragón, con dos Nochebuenas y la relación de su Puerta de la Traición con el rey Felipe VI

Molina de Aragón, con dos Nochebuenas y la relación de su Puerta de la Traición con el rey Felipe VI

Ana L. Quiroga

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“Dado en Roma junto a San Pedro, bajo el anillo del Pescador, día 18 de febrero de 1518 sexto año de nuestro pontificado”. Así concluye la bula firmada por el Papa León X que, atendiendo a la devoción mostrada por los vecinos de Molina de Aragón por la Inmaculada Concepción desde la época de los romanos, les concede a perpetuidad el privilegio de celebrar una “Misa de Gallo”, la noche del 7 al 8 de diciembre, privilegio del que gozan únicamente tres lugares en el mundo, el Vaticano, la localidad murciana de Mula y Molina de Aragón. Desde entonces, más de quinientos años después, los molineses se reúnen cada 7 de diciembre, víspera de la Inmaculada, para cenar en familia y, a las doce de la noche, acudir a su exclusiva Misa de Gallo en la ermita de Santa Lucía. Esa será su primera Nochebuena, la segunda la celebrarán, como en el resto del mundo, el 24 de diciembre.

Esa es solo una de las muchas singularidades de esta localidad que lleva el sobrenombre de Aragón sin estar en Aragón sino en Castilla La Mancha. La respuesta a esta disonancia, la encontramos en la conocida como Puerta de la Traición de la fortaleza construida de forma defensiva y disuasoria por Manrique de Lara, primer Señor de Molina.

Molina de Aragón, con dos Nochebuenas y la relación de su Puerta de la Traición con el rey Felipe VI

Cuenta la historia que, una vez rescatada de la invasión musulmana por Alfonso el Batallador, a la entonces llamada Molina de los Caballeros, por decisión real se le concedieron fueros propios y la potestad de elegir al titular del Señorío de Molina.

Ocurrió que Enrique de Trastámara, en su lucha por ascender al trono, tuvo que asesinar a Pedro I El Cruel y lo hizo con la ayuda de Bertrand Duguesclin, un caballero francés, que le ayudó a sujetarle para que se pudiera deshacer de él más fácilmente. Enrique, convertido ya en Enrique II, compensó la ayuda de Duguesclin concediéndole el título de Señor de Molina.

Aunque, para excusarse por su complicidad en la muerte de Pedro I, el francés pronunció una frase lapidaria que pasó a la posteridad: “yo ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”, los molineses, no lo querían y enfadados porque el rey no había respetado su histórica potestad para elegir al señor de sus tierras, decidieron dejar abierta una puerta de la fortaleza para que Pedro de Aragón, “El Ceremonioso”, pudiera conquistarla. Tras ser rescatada la villa, aquella empezó a ser conocida como Puerta de la Traición y los vecinos le cambiaron el nombre por el de Molina de Aragón. Eso ocurrió en 1369. Sólo seis años más tarde, con el matrimonio entre el Infante Juan de Castilla y Leonor de Aragón, el señorío retornó a Castilla, pero manteniendo su sobrenombre de Aragón. Tiempo más tarde, Isabel la Católica proclamó que, independientemente de cómo se llamara, Molina tendría como único Señor al rey que reinase en Castilla y así ha sido hasta el día de hoy en que ese título, “Señor de Molina”, recae en el rey Felipe VI.

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Pero la historia de ese lugar, se remonta a muchos siglos atrás. Según los expertos, serían los celtíberos los primeros en construir un castro defensivo donde hoy se levanta la imponente Torre de Aragón que, a decir de la tradición popular, está unida con el interior de la muralla por un pasadizo secreto y que fue construida a su vez, sobre otra edificación árabe. Historias contadas durante generaciones, hablan de que bajo los cimientos de esa fortaleza están enterrados cuantiosos tesoros que los árabes habrían escondido antes de que Alfonso El Batallador conquistara Molina y los expulsara.

Molina aparece en El Cantar del Mio Cid, donde se deja constancia no solo de la importancia de la localidad, “en la que manda el moro Abengalbón”, sino también de la amistad del Campeador con él, hasta el punto de pedirle que acogiera a su esposa y a sus hijas, con el ruego de que las asistiera en todo lo que necesitaran, algo que Abengalbón cumplió e incluso les dio escolta hasta Valencia, donde las esperaba El Cid.

Molina de Aragón, con dos Nochebuenas y la relación de su Puerta de la Traición con el rey Felipe VI

“Ya se entran en Molina villa rica y bien poblada.

Allí el moro Abengalbón les sirve y nada les falta.

De todo lo que quisieron no echaron de menos nada,

Y las mismas herraduras el moro les costeaba.

A las damas y a Minaya ¡Dios, cuánto los honraba!.

Otro día de mañana enseguida cabalgaban,

Hasta la misma Valencia el moro los acompaña…”.

Hoy, la fortaleza, que guarda secretos de intrigas y traiciones, nos traslada a tiempos en los que este lugar estaba en zona fronteriza entre reinos; traspasado su espectacular Puente Viejo de arenisca roja, la laberíntica judería nos habla de la convivencia de culturas y las casas blasonadas nos recuerdan la pujanza de Molina de Aragón, donde Cid Campeador, está presente en cada esquina y su espíritu parece seguir cabalgando, bajo la mirada impasible de un gigante de tres metros, el “Giraldillo de Molina” que desde lo alto de la Torre del Monasterio de San Francisco, sigue sujetando airoso una bandera que ni los devastadores soldados de Napoleón, empeñados en hacer puntería contra ella, consiguieron rendir.

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