Villafranca del Bierzo, “la pequeña Compostela”, su Puerta del Perdón y el Torreón del crimen
Descubrir sus palacios y casas blasonadas que nos hablan de épocas de esplendor es como dar un paso atrás en el tiempo
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Pasear por Villafranca del Bierzo, "la pequeña Compostela", es introducirse de lleno en el ambiente peregrino del camino de Santiago. Descubrir sus palacios y casas blasonadas que nos hablan de épocas de esplendor es como dar un paso atrás en el tiempo, pero sobre todo sentir el peso de las vivencias de quienes, camino del Campo de la Estrella, pisaron esas mismas piedras durante muchos siglos, produce una inexplicable sensación de fascinante conexión entre el tiempo pasado y el presente.
Desde lo más alto, nos contempla su imponente castillo, un castillo bellísimo y singular, con torreones redondos y unas rotundas paredes que se mantienen tercamente en pie, a pesar de su más que aparente abandono y de haber sido saqueado e incendiado por las tropas napoleónicas.
Su torreón principal es conocido también como el torreón del crimen. Cuenta la leyenda que don Fadrique, uno de los señores del castillo, se enamoró perdidamente de la esposa de uno de sus alguaciles. Aunque intentaron mantener su amor en secreto, el alguacil los descubrió una noche compartiendo lecho y trató de matar a los amantes, pero don Fadrique fue más rápido y lo apuñaló a él. Después. los amantes intentaron huir en medio de la oscuridad, pero ella tropezó y se cayó sobre el mango del puñal que sobresalía del pecho de su marido muerto. El golpe fue tan fuerte que en el pecho de la esposa infiel quedó marcado el sello que coronaba el mango del puñal, con el escudo del conde. Cuentan que los amantes consideraron ese hecho como una señal divina y que, arrepentidos, salieron huyendo cada uno por un lado. El marqués volvería años más tarde a Villafranca, pero no para habitar en el castillo sino para enclaustrarse y morir en "Las Lauras", uno de los conventos cercanos.
Hoy, ese castillo no se puede visitar, pero sabemos que, en su interior, hubo un día hermosos jardines y en su subsuelo, bodegas bien surtidas de vino de la zona.
Un poco más arriba, está la recogida y bellísima Iglesia de Santiago, con su Puerta del Perdón. Los peregrinos que no se sienten con fuerzas para llegar a Santiago, pueden ganar el jubileo atravesando esa puerta como si estuvieran cruzando el mismísimo Pórtico de la Gloria, circunstancia por la cual Villafranca del Bierzo es conocida también como "La Pequeña Compostela".
También cuentan desde hace muchas generaciones, que este lugar es tan fértil que incluso fue marcado por una vaca. Según dicen, en una época de escasos pastos, los pastores asturianos habrían dejado suelta una de sus vacas para que fuera ella quién encontrara el mejor lugar en el que pastar y el animal, se habría detenido al llegar a este valle siempre verde.
Hoy, Villafranca del Bierzo, sigue siendo un portento de verdor y de arte, que hay que visitar con las fuerzas a tope, porque las cuestas que tenemos que subir hasta la mayoría de sus lugares más bellos y emblemáticos, son todo un desafío.
A la Iglesia de San Francisco a la que se llega por unas larguísimas escaleras, el Convento de San Nicolás convertido en albergue, la Colegiata de Santa María sede de los llamados "monjes negros", la Calle del Agua con sus palacios..., todo en Villafranca del Bierzo es un canto a la historia, una historia fraguada en torno al Camino de Santiago y jalonada de historias de los millones de peregrinos que han dejado en ella la huella de su paso y de su fe.