Albert Rivera, el querer y no poder
Su presentación ante los electores, hace trece años, fue tal y como vino al mundo, pero según se iba poniendo ropa, perdía frescura y ahora votantes
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Como vino al mundo, Albert Rivera (Barcelona, 1979) se presentó ante su electorado. Fue en las elecciones a la Presidencia de la Generalitat de 2006. El entonces candidato de Ciutadans quería reivindicar que a su partido no le importaban más que las personas. “Ni dónde naciste, ni la lengua que hables, ni qué ropa vistes”, rezaba el leitmotiv de su cartel electoral.
Trece años después, Rivera aspiraba a convertirse en presidente del Gobierno de España. Una meta que no estaba en su imaginario cuando escuchó el “Manifiesto de los 15” en el que eruditos como Félix de Azúa, Albert Boadella, Francesc de Carreras o Arcadi Espada abogaban por un nuevo partido que le plantase cara al nacionalismo conservador de Pujol y al nacionalismo de izquierdas del tripartido encabezado por Maragall.
Entonces la formación obtuvo tres escaños que le han servido para medrar. Tanto que en los comicios autonómicos de 2017 marcó el hito de convertirse en la primera fuerza política no nacionalista de Cataluña. Una travesía en la que su discurso también se ha ido modulando, pasando de defender la socialdemocracia a abrazar el liberalismo progresista. Aunque en un inicio Cs se presentó como un partido de centro, “ni de derechas ni de izquierdas”, los ciudadanos lo han percibido cada vez más escorado a la derecha, como muestra la evolución del CIS.
El propio Rivera ha confesado que en el pasado votó al PSOE, al PP y a CiU. Incluso en 2002 se afilió a Nuevas Generaciones. Pero también formó parte de UGT mientras trabajaba como asesor jurídico de La Caixa. Una baja que cursó en 2018 tras el apoyo del sindicato a los acusados por la DUI.
Licenciado en Derecho por el centro privado ESADE, Rivera es hijo de Agustín, catalán, y de María Jesús, malagueña. Una pareja que regenta una pequeña tienda en el popular barrio de La Barceloneta. Por eso, su infancia lleva el sello de los veranos en Málaga y de las tardes de deporte en el patio de su colegio. Pese a su apariencia formal, durante su juventud fumó "algún canuto" y se perdió en más de una fiesta.
Competitivo por naturaleza, el rostro, hasta hoy, de Cs fue dos veces campeón de Cataluña en 50 metros braza. Pero pese a moverse como pez en el agua, se empecinó en no pactar con Sánchez, lo prometió durante la campaña electoral de las elecciones del 28 de abril y solo días antes de que Sánchez convocara elecciones para el 10-N se mostró dispuesto a negociar. Era tarde y los electores lo han castigado.
¿Por dónde pasa ahora su futuro? Como ha dicho en más de una ocasión y ha repetido durante las últimas semanas cuando le preguntaban por los malos augurios que pronosticaban las encuestas electorales, "tengo una profesión y puedo volver a ella". A punto de cumplir 40 años, Albert puede retomar la abogacía que dejó cuando la ejercía en La Caixa para pasar a la política, donde creyó que se desenvolvería con soltura tras ser campeón de España de la Liga de Debate Universitario. Según ha confesado, entre sus oradores más admirados está Antoni Fernández Teixidó, de CiU, pero también le ha gustado la retórica de Felipe González y de Adolfo Suárez. Incluso ha confesado su admiración hacia el expresidente uruguayo José Mujica.
Rivera siente predilección por las motos, los relojes y las películas de Almodóvar. La banda sonora de su vida tiene el sonido de Manolo García, Paco de Lucía, Loquillo o Sabina. Y aunque tiene una relación con la cantante Malú, el amor de su vida será siempre su hija Daniela.
La experiencia en estos años en la política le ha llevado a escribir un par de textos políticos: "Juntos podemos, el futuro está en nuestras manos" (2014) y "El cambio sensato, 100 preguntas, 100 respuestas" (2015). Quizá ahora haga una reflexión de cómo se puede tocar las nubes con la mano, pero no alcanzar el cielo.